[ARTICULITO 27] Sigamos con la plusvalía

Plusvalía absoluta.

En el articulito 06 discutimos un poco, muy someramente, sobre la ganancia y la plusvalía. En éste vamos a intentar avanzar en el concepto de la plusvalía y sus formas, pues ello nos permitirá una más completa comprensión de la cuestión de la explotación. Recordemos que estamos tratando de aclarar, hasta donde podamos, el lío del trabajo, pues como ya dijimos, consideramos que esta es una de las categorías que debemos convertir, de la manera más precisa posible, en una herramienta de uso en nuestro proceso venezolano, particularmente ahora, que se han puesto de moda, en muchos discursos, los términos «trabajo productivo» y «productividad», asuntos sobre los que deberemos volver.

Ya hemos discutido, que el precio de una mercancía, es una suma de una serie de valores que ya existían antes de que se procediera a su elaboración: las materias primas, las condiciones e instrumentos de producción, es decir todas esas cosas que hemos llamado «capital constante», y sumado a ellas el «capital variable» que como ya sabemos está constituido por el valor de la fuerza de trabajo consumida en el proceso.

También sabemos que el capital constante, que se llama así porque no crea valor nuevo, pasará al precio de la mercancía en la magnitud en que haya sido consumido en su producción. Por ejemplo si tengo una bloquera diseñada para fabricar 100.000 bloques de cemento, se incorporará a cada bloque que se produzca una cienmilava parte de su precio de compra y/o de producción. Exactamente lo que ya habíamos hablado que pasó con aquellos diez vasos de jugo de naranja. Ese valor viene representado en trabajo pretérito, muerto o indirecto porque ha pasado a la nueva mercancía desde la otra mercancía ya existente.

Mientras que la fuerza de trabajo se consume completamente, se gastará en el proceso y su valor pasará íntegramente a la nueva mercancía, objetivándose en la nueva mercancía elaborada.

Es necesario que insistamos en lo siguiente, si la fuerza de trabajo no fuese capaz de producir más valor que el que ella misma cuesta, no solo no podría haber explotación, sino que dejaría de producirse nueva riqueza. Por eso en el tiempo de trabajo incorporado en la producción de cualquier mercancía, hay una masa de valor que excede al estrictamente necesario para producirla, un plusvalor, que es lo que llamamos la plusvalía. Por ello cuando el capitalista lleva la mercancía al mercado no necesitaría agregarle ninguna cantidad por encima de su valor, pues con solo venderla a su valor real obtendrá la plusvalía, que es la verdadera fuente de la ganancia. No le sería necesario, entonces, estafar al consumidor, aun cuando en su afán desmedido de lucro lo hace siempre también, pues ya ha explotado al trabajador. De esta manera, podemos ver que el trabajo necesario es fuerza de trabajo gastada a cambio de un salario, pero el trabajo excedente, el que produce la plusvalía, es trabajo gratuito, trabajo que el trabajador realiza a cambio de nada.

Debiéramos darnos cuenta,  entonces, que mientras más se extienda el período de trabajo excedente, mayor será la ganancia del capitalista, pues mayor será la plusvalía.

Ya habíamos visto, que al tiempo de trabajo –estrictamente- necesario para que el trabajador reproduzca su salario, se le agrega un tiempo que es excedente, en el sentido que ya no es necesario para producir o reproducir el salario y que entonces es el tiempo en el cual se produce la ganancia del capitalista. Supongamos que por algún artificio legal, de los muchos que la ley le permite a los patronos, se alarga la cantidad de tiempo excedente, es decir se alarga de manera absoluta la jornada de trabajo, se aumentará entonces el tiempo durante el cual se extrae plusvalía, que por provenir de un aumento absoluto de la jornada de trabajo se llama “plusvalía absoluta” (otra razón para entender la enorme importancia del tiempo para el capitalista).

Pero ese no es el único mecanismo para extraer plusvalía absoluta al trabajador. De hecho, hoy en día no es el más usado pues las luchas sindicales han hecho difícil aumentar unilateralmente, por parte del patrón, la jornada laboral, aun cuando se hace de manera habitual, provocando, por distintos mecanismos o “acuerdos” a través de los cuales los trabajadores aceptan trabajar jornadas más largas; sin embargo la tendencia actual es más bien a la reducción de la jornada y no solo en países progresistas, sino hasta en algunos países desarrollados capitalistas.

Pero pensemos, adicionalmente, que ningún trabajador pasa las ocho horas de la jornada trabajando sin parar. Debe almorzar, ir al baño y todas esas cosas. Pero además existen los tiempos muertos, es decir todos aquellos instantes durante los cuales el trabajador, por razones que no le son propias, no produce ningún valor. Los patronos dicen que los trabajadores son unos flojos sinvergüenzas que inventan cualquier cosa para no dejarse explotar tranquilamente. Bueno, no lo dicen así, pero casi. Por ello en la mayoría de empresas ya existen horarios hasta para ir al baño, pero no solo eso, existe una fábrica de productos químicos en USA donde, con la excusa de que se trabaja con procesos que no pueden interrumpirse, los trabajadores deben usar pañales desechables y solo van al baño al final de la jornada, u otros lugares donde con aparatos especiales diseñados para ello,  hay una “ciencia” especializada en estos estudios, miden la velocidad de trabajo de cada trabajador desplazando hacia trabajos peor pagados o al simple desempleo a los trabajadores más lentos o los que echan carro. Y existen experimentos muy sofisticados, donde conectan al trabajador a un encefalógrafo, no se asusten son aparatos de alta tecnología que no usan cables sino bluetooth, y miden cuantas veces cierran los ojos y producen ciertas ondas cerebrales que permiten determinar si está o no concentrado en el trabajo o pensando tonterías, como en su hijo enfermo, por ejemplo. Y se diseñan mecanismos para motivar al trabajador para que no piense en su hijo enfermo, perdón, en tonterías, por lo menos no durante el tiempo de su vida que pertenece al patrón. Y es que además de la ingeniaría industrial existen otras ciencias como la psicología laboral o la medicina industrial que se ocupan de ayudar al trabajador para que sea lo más eficiente posible durante el tiempo que le vendió al capitalista. Esa también es una manera de extraer plusvalía absoluta, haciendo que el trabajador, durante la jornada laboral solo trabaje y no tenga posibilidades de “perder tiempo” que como ya sabemos es el oro del patrón.

Ese tiempo en el que el trabajador, no produce valor se llama tiempo muerto, tiempo que el capitalista debe asegurarse que desaparezca.

Por ejemplo, pensemos en una fábrica de ropa y una costurera o costurero que trabaja en ella. Si la fábrica es pequeña, debe manejar la máquina de coser, la de cortar, la de arreglar los bordes de las telas, la de preparar los carretes de hilos, es decir casi una máquina por cada actividad que debe realizar. Además debe enhebrar el hilo cada vez que se rompa o se acabe el carrete y etcétera. Como vemos, una cantidad de tiempos muertos. Algunos de ellos se eliminan fácilmente, se usan ovillos de hilos muy grandes, es decir que tardan mucho en agotarse y se fabrican hilos que no se rompen y máquinas que cortan la tela y le arreglan los bordes al mismo tiempo. Otra cosa que se hace es especializar a cada trabajador, ya no se usa una costurera especializada, sino una operadora u operador de una cierta máquina, que como no es especialista en costura, cobra menos. Además se asignan ayudantes, o sistemas automáticos, para que el operario de la máquina no tenga que moverse para nada, es decir cada operario pasa a ser un accesorio más del aparato que maneja. Todo esto busca mejorar la “productividad” del trabajo. Es decir que sin necesidad de alargar la jornada laboral, se pueda obtener del trabajador la mayor cantidad posible de trabajo objetivado, es decir de mercancías y así el capitalista, que es el dueño de todo lo que el trabajador produce, obtiene más producción, es decir extrae más plusvalía y ello significa que aumenta su ganancia.

Insistamos en que eso es lo que se llama “productividad” mecanismo usado para  aumentar la producción de riqueza (para el capitalista, por supuesto, porque el trabajador sigue exactamente igual, o peor más bien).

Existen otras formas de aumentar la “productividad” más sofisticadas, pero en general todas ellas persiguen eliminar los tiempos muertos durante la jornada laboral, lo que en los hechos es una forma de alargar la jornada de trabajo sin aumentar su tiempo absoluto más allá del que fue pactado en la operación de compra-venta laboral, y todo bien, pues el capitalista recibe más trabajo objetivado y al trabajador no hay que pagarle ni un centavo más.

En la industria automotriz, por ejemplo-y en general en la gran industria básica y manufacturera- se ha logrado llevar esto a su máxima expresión usando eso que se ha llamado “cadenas de montaje” que garantizan que el trabajador, ahora super-especializado, no necesita moverse nunca, en realidad es todo su entorno laboral el que se mueve alrededor de él –cadena de montaje llaman a eso–. Y esto es terriblemente efectivo, para el capitalista, pues a principios de la era automotriz un obrero, mecánico especializado, tardaba una semana en producir un automóvil, hoy en día 50 trabajadores, operadores de máquinas, algunas de ellas simples robots,  manejan toda una planta ensambladora de vehículos donde se producen miles, decenas de miles en realidad, de automóviles en el mismo tiempo y por supuesto con salarios de los trabajadores más o menos iguales y hasta, relativamente inferiores.

Así tenemos que existen básicamente dos formas de extraer plusvalía absoluta, ya sea alargando la jornada laborar, y/o eliminando los tiempo muertos, notemos que en ambos casos el tiempo de trabajo necesario no ha variado, lo que ha variado, directa o indirectamente es el tiempo de trabajo excendente.

Es muy importante, en este momento, que insistamos en que es esencial no confundir valor con precio. Cuando el capitalista se vale de cualquier circunstancia o artimaña para reducir el salario del trabajador, como habitualmente lo hace, eso no significa de ninguna manera que ha disminuido el valor de la fuerza de trabajo, significa simplemente que el capitalista esta sobre-explotando la fuerza de trabajo que compró. El salario, como cualquier precio, puede ser igual, menor o mayor que el valor de la fuerza de trabajo necesario. Si algo es elástico en el mercado es la relación valor-precio, pues depende de circunstancias la mayoría de las veces muy lejanas a eso que ingenuamente se llama “estructura de costos”, y que se pretende estar formada de elementos realmente conectados al mercado y sus reglas, esencialmente porque, por razones de hegemonía, se manejan desde criterios enteramente políticos, como ocurre actualmente en esa guerra de avanzada generación que se libra en Venezuela.

Las teorías neo-clásicas actuales (neoliberales) afirman que a largo plazo, el mercado hará que se busque un promedio a través del cual el precio y el valor tiendan a igualarse (eso es realmente un acto de fe que supera cualquier dogma religioso, pues desde que existe el capitalismo, hace alrededor de 600 años nunca ha ocurrido y todo parece indicar que nunca ocurrirá). Lo que sí parece que ocurre, o por lo menos así lo creen los mercados, es que una baja sostenida del precio de una mercancía, ¬-en particular, la fuerza de trabajo- representa una disminución real del valor de dicha mercancía. En el caso del trabajo significaría que se utiliza cada vez menos trabajo en la elaboración de cada mercancía y por lo tanto el valor general de las cosas tiende a disminuir y con él disminuye también la ganancia del capitalista. Eso es un lío, pero nos tocará volver sobre ello luego cuando hablemos de la ley de la tendencia marginal a la disminución de la tasa de ganancia.

Regresemos a la fábrica de ropa de la que hablábamos antes. Supongamos que en ella ocurrieron ciertos avances tecnológicos que logran que el tiempo de trabajo para producir cada pieza de ropa sea menor. Es decir, se produce un aumento de la productividad pero  no porque se haya optimizado el uso del tiempo durante la jornada laboral, sino porque se ha reducido, gracias a la tecnología, el tiempo necesario para su elaboración. Y eso significa que cada pieza le sale más barata al capitalista pues consume menos fuerza de trabajo y significa además que en la misma jornada laboral el mismo trabajador, con seguramente el mismo salario, produce más. Así la ganancia del capitalista aumenta, pues está obteniendo una forma de plusvalía adicional. Notemos que el tiempo necesario se redujo, pero como la jornada laboral se mantiene igual, eso equivale a que el tiempo de trabajo excedente se amplió tanto como se redujo el tiempo necesario. Es decir creció la plusvalía sin aumentar la extensión de la jornada laboral y sin incrementar la intensidad del trabajo. A esa forma extracción de plusvalía es lo que vamos a llamar “plusvalía relativa”.

Pero insistamos en una cosa antes de cerrar esta parte. La extracción de plusvalía absoluta se relaciona o depende de la duración de la jornada laboral, mientras que la extracción de la plusvalía relativa tiene que ver con los cimientos técnicos del proceso del trabajo y, como decía Marx, supone el régimen de producción específicamente capitalista, pues está determinada por la forma como se somete (se subsume, categoría sobre la que nos tocará volver luego) el trabajo al capital y el trabajador al capitalista.

Vamos a dejar esto hasta aquí, volveremos a atacarlo en el próximo articulito, sobre todo lo que se refiere a la plusvalía relativa. Pero para terminar, por ahora, debemos decir lo siguiente. Cuando separamos las categorías de plusvalía absoluta y relativa, debemos notar que aunque ellas puedan existir individualmente, generalmente en la realidad de la producción capitalista coexisten. Es decir, al trabajador se le aplican ambas formas de explotación. Pero además pasan cosas como ésta, la plusvalía relativa que se logra por cambios tecnológicos, suele producir aumento del desempleo, ello significa aumento del ejército de reserva, o lo que es lo mismo, aumento de la competencia para conseguir vender la fuerza de trabajo, que ahora vale menos. Y esto es una circunstancia que el capitalista usa, con mucha habilidad para introducir presiones para aumentar la jornada laboral o disminuir el salario efectivo, a través eliminar las contrataciones colectivas y los sindicatos y convertir los contratos laborales en relaciones no permanentes, como ocurre por cierto en USA donde no existe nada que se parezca a la estabilidad laboral –pero si la flexibilización laboral, la tercerización, la maquila, la esclavitud y cositas simpáticas como esas, que garantizan la sobre-explotación de la fuerza de trabajo-.

Fijémonos que ya tenemos otro pedazo de la respuesta a la pregunta sobre la obsesión del capitalista por el tiempo, y es que buena parte del secreto de su éxito depende de cómo administra el uso el tiempo (el del trabajador, por supuesto).

En el siguiente articulito, como ya decíamos, profundizaremos en el asunto de la plusvalía relativa, para acercarnos más a entender claramente a la comprensión de la explotación y veremos cómo, en el mercado de trabajo la única libertad que tiene el trabajador es la de crear la libertad del capitalista. Son unas vueltas que tenemos que dar para poder tomar camino en la dirección de entender, de intentarlo al menos, el asunto de las crisis del capitalismo en la actual sociedad-mercado.

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