[ARTICULITO 33] ¿Qué es eso de la «conciencia social»?

La lucha ya no se reduce a retrasar lo que acontecerá
o asegurar su llegada;
es preciso reinventar el mundo.
La educación es indispensable en esa reinvención.
Paulo Freire. Pedagogía de la esperanza. pag. 44

La Conciencia Social y sus formas

Comienzo pidiendo disculpas por estos últimos articulitos algo largos y complicados, tocando puntos medio académicos. Pero creemos que dentro de los procesos formativos que nos hemos propuestos con esta serie de artículos, este tipo de discusión se nos hace indispensable. El siguiente que esperamos trabajar será el de la relación entre la conciencia y las estructuras sociales.

Dentro de la discusión que estamos realizando y que tiene que ver con los asuntos de producción y productividad y del desarrollo de las fuerzas productivas y que por supuesto está lejos de ser concluida, necesitamos hablar de las formas de conciencia y en especial de las formas de conciencia social, pues este punto determina la relación real del individuo y de su grupo social con los procesos tanto productivos como políticos.

En el Articulito 16 trabajamos algunos elementos del concepto de conciencia dialéctica, decíamos que ésta “…viene a ser, … la interacción entre el conocimiento, la lógica y la realidad… Es la acción coherente, y esencialmente comunitaria (de clase) con un proyecto histórico liberador y permite reconocer los procesos que se dan en la realidad y aprovecharlos con sentido revolucionario… No se trata sólo de una manera de interpretar la realidad, sino es además una forma de (re)pensarla y vivirla.”

Más adelante en el mismo artículo hablábamos de que “…es indispensable, … que notemos, … que el concepto de conciencia dialéctica, está indisolublemente ligado al concepto de clase social, pero no a la abstracción empírica “clase social” sino a su categoría histórica. Marx obtuvo una expresión teórica (histórica) de este concepto empírico, relacionando dialécticamente la “conciencia” y la “clase”, y al analizar la naturaleza interna del concepto “clase social” se le hicieron evidentes diversas situaciones: la situación “clase-en-sí” que se refiere al individuo o grupos de individuos que pertenecen “de manera natural” a una cierta clase social (y aun cuando no lo sepa o no lo acepte) y la situación “clase-para-sí” que se refiere, por el contrario, al individuo o colectivo que adquiere “conciencia” de su “clase social” y actúa en función de ella y en función de su proyecto histórico.”

En el articulito anterior al tratar algunos puntos sobre el problema de la ética revolucionaria, concluíamos que la moral, la ética y la conciencia revolucionarias no son individuales, sino colectivas (comunitarias) y asociábamos la conciencia al “…problema de cómo y cuándo ese explotado asume su condición de tal, se reconoce como tal y comienza a actuar, no para resolver su situación individual, que ahora entiende que no es resoluble individualmente, sino para resolver la situación -hecha condición- de la explotación a nivel global. Es decir, cuando el explotado adquiere, pensándose a sí mismo, conciencia de que o lucha por construir otra ética o muere.”

Coloquialmente la gente intenta interpretar la palabra conciencia, separándola así: con-ciencia. Y aunque eso no es exacto, no está completamente equivocada. La palabra conciencia proviene del latín conscientĭa, que significa “con conocimiento”, aunque debería estar claro que ciencia y conocimiento no son sinónimos de ninguna manera. Se trataría así, del acto que permite a una persona percibirse a sí misma en el mundo. La conciencia sería entonces, el conocimiento reflexivo de las cosas. El estado cognitivo a través del cual una persona puede interactuar con los estímulos externos que forman la realidad y, a partir de esa interacción, saber interpretarlos.

Desde una visión dialéctica habría que decir que la conciencia social se manifiesta mediante la ideología política, la religión, el arte, la filosofía, la ciencia y hasta la estructura jurídica de una sociedad, es decir implica necesariamente las relaciones de clase y la posición del grupo social frente al proceso de producción. Las distintas formas de la conciencia reflejan los distintos dominios y aspectos de la realidad, por ejemplo las ideas políticas reflejan las relaciones entre las clases, naciones y estados, que sirven de base a los programas políticos que se plasman en la actuación de las clases y grupos sociales. Cada forma de la conciencia posee un objeto peculiar que reflejar y se caracteriza, asimismo, por su forma especial de entender ese reflejo. Por ello nunca se tendrá conciencia de clase para sí, hasta tanto no se entienda la relación del trabajo y la propiedad del producto de éste en los procesos sociales y en la determinación de la sociedad como tal.
Actualmente en las discusiones alrededor de este tema se habla mucho de formas de la conciencia social. Y en muchos casos se usan estos conceptos para enmascarar intereses que persiguen impedir la formación de una verdadera conciencia de clase para sí, particularmente porque los detentadores de la hegemonía económica y política han descubierto (pues ya han adquirido conciencia plena de su condición de clase) que una clase trabajadora que adquiera este tipo de conciencia social, es absolutamente prerrevolucionaria y por ello verdaderamente peligrosa a sus intereses hegemónicos de clase.

No se puede negar la relación que existe entre el ser social y su forma de conciencia social, sin embargo es básico reconocer la independencia relativa de la conciencia social y de la vida espiritual en general. El factor que en última instancia determina la historia es la producción y reproducción de la vida real, pero las múltiples interacciones que se producen en la sociedad ponen de manifiesto el papel activo de las ideas en el desarrollo social y cómo los factores espirituales en un momento dado pueden favorecer o frenar el desarrollo socioeconómico en general.

Al analizar la independencia relativa de la conciencia social es importante tener en consideración que:

• Los cambios en la base económica no se reflejan de forma automática en la conciencia social, pues de ser así, los trabajadores de las sociedades con alto desarrollo de las fuerzas productivas deberían casi todos poseer conciencia de clase.
• Los cambios en la conciencia no se producen ni expresan de igual manera en las diferentes clases sociales.
• En la conciencia social juega un importante papel la cultura, es decir las costumbres, tradiciones y enfoques sociales que se transmiten fácilmente de generación en generación, y que pueden no corresponderse con las peculiaridades de la vida material en un momento histórico concreto.
• Pero además hay que aceptar que la cultura que realmente se practica, es la que la hegemonía política-económica permite que se practique, y que es esencialmente la cultura que se comunica a través de los medios de control social (medios de comunicación y otras formas de control ideológico).
• Las diferentes formas de la conciencia social constituyen importantes vías de propaganda y socialización de ideas políticas, particularmente de las ideas hegemónicas que resultan ser las que “libremente” se comunican.
• Notemos que en este caso libertad solo significa la posibilidad del sector hegemónico para ejercer su control absoluto sobre la sociedad (por esa razón la palabra “libremente” aparece entrecomillada).

La conciencia social es, apenas, un tipo particular de conciencia. La necesidad y la relevancia de conciencia social varían, dependiendo del momento histórico y de relaciones de producción. Pero es necesario, en este punto hacer una aclaración: como dijimos, la conciencia social es la capacidad de reconocer la situación en que nos encontramos con respecto a los otros, pero ésta no necesariamente tiene que traducirse en una actitud correcta ni a nivel particular ni a nivel social. La conciencia social puede ser reducida a su carácter instrumental y formal, interpretando el contexto social para que el poder hegemónico tome medidas que puedan orientar y controlar la conducta de los individuos.

Evidentemente entonces, la conciencia social es un sinónimo o al menos debería ser una consecuencia necesaria, de la conciencia de clase. Recorremos que la conciencia se inicia inexorablemente a nivel individual, pero se realiza a nivel comunitario, que es donde se hace conciencia de clase. Entendiendo ésta como aquella acción mediante el cual una clase se asume a sí misma (en este caso, el proletariado) como actor de un devenir histórico, asociado estrechamente al lugar que ocuparan dentro de la historia misma.

La conciencia social como conciencia crítica del mundo (situación en la que se hace, además, política) es, solo puede serlo, esa actitud cuestionadora y atenta a lo que se nos presenta como verdad en la vida concreta y es ahí una postura inquieta, de cuestionamiento, investigación y transformación de las supuestas verdades que aprendemos sobre nosotros mismos, sobre el otro y sobre las relaciones sociales de vida, de producción. En el espacio de la conciencia social crítica, la política y la ética se encuentran, oponiéndose a formas de relación opresoras con otros y consigo mismo, y construyendo comunidades con relaciones sociales justas, equitativas. Pero el fenómeno de la opresión se caracteriza por la existencia dos posiciones contradictorias: la de los opresores (o sea, las clases ricas, poseedores de los modos de producción y acumuladoras de los beneficios generados por el trabajo ajeno) y la de los oprimidos (trabajadores explotados, que reciben muy poco por su fuerza productiva y siguen sujetados a modos de comprehender la realidad que perpetúan su pasividad). El reconocimiento de esta polaridad, plenamente antagónica e irresoluble, como momento de creación de formas de conciencia social para sí, es decisivo para un cambio hacia la liberación de la comunidad de las formas y relaciones de producción de explotación y opresión.

Aclarar la noción de opresión nos permite identificar y juzgar acciones donde el poder de unos hace sufrir a otros. Las palabras “oprimido” y “opresor” ya cargan en sí mismas un cierto contenido moral y nos ayudan a nombrar las personas involucradas en situaciones concretas que percibimos como injustas. La restricción a determinadas formas de opresión es, en parte, uno de los problemas que enfrentan las minorías que buscan afirmar sus derechos a través de políticas identitarias. Cada minoría que se identifica a sí misma, por ejemplo, como negros, homosexuales, indígenas o mujeres (aunque las mujeres solo son minoría ideológica, pues numéricamente son por lo menos la mitad de los habitantes del planeta), busca denunciar las opresiones que sufren con base en su identidad. Aunque sea muy verdadero que en el mundo haya estos y muchos otros grupos que son oprimidos simplemente porque no exhiben un cuerpo de hombre blanco rico heterosexual protestante anglosajón, también es verdad que oprimir no es una acción exclusiva de la clase de los propietarios y explotadores. Pensemos por ejemplo en la opresión de la mujer en el sistema patriarcal que muchas veces es reflejo, consciente o no, de la inexistencia de forma alguna de conciencia. Una ilustración de esto es el caso típico del trabajador pobre, oprimido y explotado por su jefe y por condiciones laborales precarizadas, que al llegar a su casa, cansado y deprimido, grita a sus hijos y golpea su esposa, reproduciendo y perpetuendo las condiciones de explotación laboral en su entorno familiar. Por ello, es importante entender que esa relación necesariamente antagónica, explotador-explotado puede ser expresada de maneras múltiples, en situaciones variadas, cosa que hace el concepto más cercano y útil.

La conclusión, por ahora, es que la pura noción formal de conciencia social, y la relación explotador-explotado que ella presupone, no nos interesa. Deberíamos más bien, apuntar al descubrimiento de la lógica que las sostiene que no es otra que la lógica del capital.

Pensemos, para terminar, que el sistema hegemónico del capital se caracteriza porque reduce a la gente de ser una comunidad a ser simplemente una masa, condición que obstaculiza la posibilidad de la estructuración de individuos y grupos sociales (clases) capaces de discernir y decidir libremente sobre su papel en los procesos productivos. Para ello se reemplaza en la mente humana, la legítima aspiración a la autonomía y la toma de conciencia (tanto individual como social) sustituyéndola por formas a veces patológicas de conformismo y pasividad, que logra habitualmente que el oprimido siga al opresor. Situación que conforma lo que llama la sociología política “alienación”, que es en concreto, esa forma de vivir en la esperanza no solo del cielo perfecto después de la muerte, sino en la posibilidad completamente inexistente de llegar un día a ser un propietario, mientras se ignora, a través de fetiches como “la libertad”, “la sociedad civil” y “la democracia”, el terrible mundo de la explotación en el cual se vive, mientras se cree que se tiene y se lucha desde y por una forma de conciencia social que solo sirve para que se llegue a amar al explotador que los oprime y a odiar al hermano de clase, al que ni siquiera se reconoce como tal.

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