[ARTICULITO 23] «Time is money». La obsesión del capital por el tiempo.

En español acostumbramos a decir «el tiempo es oro», frase habitual  y vulgar, estúpidamente vulgar, pero que sin embargo define de muchas maneras la sabiduría del pensamiento opresor capitalista, recurrimos a la  versión en inglés, dado que  es el idioma oficial de la ideología burguesa.

La cosa es que ninguna otra sociedad como la nuestra actual, ha tenido tal obsesión por la medición del tiempo. Puede observarse, por ejemplo, que todos «nuestros» aparatos domésticos, computadores, teléfonos fijos o celulares, televisores, y hasta cocinas y neveras, lo miden con una precisión impresionante.

Efectivamente, el tiempo es, como el oro, una obsesión, y es parte del condicionamiento al que la sociedad-mercado somete nuestras vidas.

Vamos a discutir a lo largo de varios articulitos, el por qué el tiempo es tan importante para el capital, asunto que nos llevará por largos caminos, pero que nos servirá, especialmente, para revisar la cuestión del trabajo y del salario, cuya relación con el tiempo nos tocará discutir, más o menos. Todas estas vueltas las daremos para entender más completamente el asunto del trabajo que aunque ya hemos tratado, de manera directa, en los articulitos 10, 11 y 12 y de manera indirecta en muchos sitios, es la categoría esencial para desmontar todo el asunto del capitalismo.  Desgraciadamente este es un camino muy poco romántico y en muchos aspectos desagradable. El tiempo quizá no vuelva a ser lo mismo para nosotros. Discúlpenme por esa.

Descubriremos, por ejemplo, que para el trabajador el tiempo es un símbolo de la tiranía del salario, mientras que para los patronos es uno de los instrumentos con los que ejerce su tiranía sobre el trabajo y el trabajador.

La pregunta que trataremos de abordar es, entonces, ¿por qué esa obsesión tan particular de los capitalistas por el tiempo?

 Para empezar a plantearnos el problema, retrocedamos un poco (¿Por qué una cosa vale?)  peguntándonos ¿qué es lo que hace que una cosa valga, que tenga valor? Lo habíamos dicho antes y lo repetimos ahora: la causa del valor de las cosas, el secreto de la riqueza, es el trabajo abstracto y objetivado que esas cosas contienen, como lo llamó Marx.

Y ¿cuál es la medida de ese trabajo abstracto?: Pues simple: el tiempo. Es decir, el valor de cualquier cosa se mide por la cantidad de trabajo incorporado al producto, y esa cantidad de trabajo se mide en la fracción tiempo de trabajo que se requirió para elaborarlo, crearlo. En el mercado, el famoso mercado, el precio (volveremos sobre él luego) no es sino la expresión monetaria del valor, la expresión en dinero del valor, que equivaldría a la suma de todas esas unidades de tiempo (No es tan simple, pero por ahí van los tiros).

Lo que el trabajador, el único productor real, hace, es poner a funcionar su capacidad para trabajar, es decir para crear valor, pero no trabaja en algo socialmente abstracto, sino en una realidad concreta: la sociedad capitalista, lugar donde para trabajar, para poder crear valor necesita entrar en una cierta relación con los medios de producción que, para completar el lío, no son suyos sino del patrón que se los apropió.

El patrón es el capitalista que está determinado por poseer los medios de producción, pero no es él quien los utiliza, pues uno puede creer que Lorenzo Mendoza trabaja mucho gerenciando sus empresas (cosa que tampoco hace, pues le paga  a unos «gerentes» para que lo hagan por él), lo que resulta bien difícil es imaginárselo con una gorrita manejando las máquinas para fabricar y embolsar harina precocida.  

Tenemos entonces a quien puede desempeñar una actividad pero carece de los medios para hacerlo y a quienes aspiran a no desempeñarla  nunca, pero que si tienen dichos medios. ¿Cómo se resuelve esa contradicción? Fácil: el trabajador ejecuta la acción de trabajar con los medios del capitalista, que no trabaja, pero contrata al trabajador para realizar su actividad (trabajar) con los medios de producción de los cuales el se apropió antes (disculpen esto parece un trabalenguas, pero me comprometo a discutir, en sendos articulitos, cada una de esas categorías y casi estoy usándolas ahora simplemente, para enunciarlas con ánimo provocador).

Lo que ocurre entonces es una simple acción de compra-venta: el trabajador le vende al capitalista una determinada cantidad de su capacidad para trabajar, no de su trabajo que en realidad es el resultado de la actividad de trabajar, de la utilización concreta de su capacidad de trabajar.  Pues ese trabajo, resultado, repitamos, de la actividad de trabajar, le pertenece al capitalista, hasta desde antes de realizarse, pues él ya  «compró» todos los elementos requeridos, medios de producción, materias primas y capacidad de trabajar.   

El obrero o trabajador vende, entonces, no su trabajo sino su capacidad para trabajar y la vende por un tiempo determinado (la jornada de trabajo, asunto sobre el cual también trabajaremos luego), durante el cual deberá producir la mayor cantidad de valor posible, valor que le pertenece íntegramente al capitalista y recibe solamente a cambio su salario.
¿Entienden por qué para el capitalista el tiempo, el del trabajador claro, es oro?

Nos tocará en lo que sigue, para entender todo este lío, hablar de varias cosas que hemos nombrado aquí, la jornada de trabajo, el salario, la ganancia y además, sobre la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo.

Son todos asuntos que reiteradamente nos regresarán al problema del tiempo, a través del cual comprenderemos mejor la cuestión de la plusvalía, pero nos conducirá finalmente a plantearnos un problema adicional, el de las crisis del capitalismo. Entenderemos cada vez mejor, la gran obsesión del capitalista por el tiempo y veremos que lo que el trabajador le vende al capitalista es, realmente, una fracción de su vida  y no simplemente algo de capacidad de trabajo. La idea de profundizar en estas cosas nos servirá para que comencemos entender, a aproximarnos al verdadero sentido de la explotación.

Parecerá que repetimos algunas cosas de las que ya habíamos hablado anteriormente, en otros articulitos anteriores.  Y es cierto, pero ahora lo haremos a un nivel de detalle mayor que no habríamos podido abordar desde el principio sin perdernos demasiado. ¡Algo hemos caminado!

Pero además hay una razón de fondo para intentar este trabajo de profundización, que en cierto sentido va dirigido a los compas que han sido capaces de aguantar hasta aquí. Y es que creemos firmemente, ya lo decíamos al principio de este articulito, que si alguna categoría hay que convertir en una herramienta bien manual, es la categoría «trabajo». El asunto es que hoy es frecuente oír a funcionarios del proceso hablando de «trabajo productivo», y lo hacen en el sentido estricto en que lo usan las teorías neo-clásicas (neoliberales) del capitalismo, o para ser más claro en el sentido en que lo usó aquel señor burgués caraqueño el día que le descubrieron una caleta llena de vehículos de lujo que tenía escondidos engordando: «Es cierto, yo especulo pero doy trabajo».

Esa visión del trabajo es profundamente peligrosa y dañina pues lo único que hace es garantizar la continuidad de la explotación del trabajo por el capital. Pero, lo que es peor, puede crear la falacia, entre el pueblo, de que esa forma disimulada de capitalismo, es socialismo e impedir que el trabajador adquiera consciencia del poder que él tiene como único creador de riqueza.

Una de las características esenciales del uso que el capitalismo, o más correctamente la ideología del capital, hace de las categorías sociales, es que las privatiza en la práctica, para individualizarlas, es decir quitarles todo sentido social, así el sindicato sirve sólo para resolver necesidades laborales individuales, la misión vivienda para resolver  «mi» problema de vivienda, los «derechos» humanos que hay que defender son los individuales y así, el concepto de trabajo que me interesa es aquel que me proporciona un buen salario individual, lo cual puede garantizar la paz, del capital por supuesto, no de la sociedad.

Nos enfrentaremos también con otra falacia que se está manejando ampliamente en nuestro país, que es posible salir de una economía rentista sin salir del capitalismo.

Usando la imagen del tiempo como oro, iremos caminando a través del asunto «trabajo» con la intensión de que, ojalá, podamos acabar con tantas confusiones interesadas.  ¡Ojalá!

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