[COLOMBIA] Las insurgencias, la ética periodística y el síndrome de Estocolmo

A propósito de la liberación de dos soldados por parte del ELN en el Catatumbo y mi experiencia en la X Conferencia Nacional Guerrillera de las antiguas FARC-EP

«Síndrome de Estocolmo no es hablar mejor de la guerrilla que del ejército. El síndrome de Estocolmo es aplaudirle al gobierno por traer 50 mil vacunas cuando en Venezuela ya hay 100 mil.«
Alexander Klein, Profesor de la Universidad de Los Andes en Colombia, 17 de febrero de 2021 en Twitter

El mes de febrero inició en Colombia con la discusión sobre el síndrome de Estocolmo en el conflicto social y armado. Esta discusión se dio a partir de la prueba de vida y posterior liberación que hizo el ELN de los soldados profesionales identificados como Jhony Andrés Ospino y Jesús Alberto Segovia adscritos al Batallón Energético Vial Número 10 General José Concha del departamento fronterizo de Norte de Santander.

Los medios de comunicación han reportado el hecho como “liberación de soldados secuestrados”, desconociendo así que en la guerra los combatientes de las partes en conflicto son capturados como prisioneros de guerra y están amparados en el Derecho Internacional Humanitario. Estos medios de comunicación corporativos son los llamados a hacer pedagogía por la paz de Colombia y son los que manipulan, niegan y tergiversan el conflicto social y armado en el vecino país.

Las capturas llamaron la atención porque los soldados son dos adolescentes, casi niños, evidentemente de origen humilde, empujados a la guerra por la ausencia de oportunidades. Sobre todo llaman la atención por el carácter revelador de sus declaraciones frente la doctrina de las Fuerza Militares: los guerrilleros son terroristas y masacran a sus “secuestrados”. Estos jóvenes dieron su testimonio al encontrarse con una realidad muy distinta a lo que siempre le inculcaron sobre el enemigo que combatían.

La prueba de vida y posterior liberación de los prisioneros de guerra dio pie a unas declaraciones de las partes en el conflicto que no han sido lo suficientemente valoradas en los medios de comunicación. Las evidencias de estos discursos al calor del combate son insumos para la promoción de los diálogos de paz con todos los actores políticos y militares en la sociedad colombiana. Sin embargo, los testimonios han dejado mucho qué decir en las redes sociales y han generado varias interrogantes alrededor del trato que le dan a los soldados del ejército dentro de los batallones, el tipo de alimentación que reciben y bajo cuáles códigos de valores realmente se relacionan.

Los hechos y los testimonios: dos prisioneros de guerra capturados por el ELN

La captura de estos soldados se dio el pasado 2 de febrero mientras recogían víveres para llevarlos a su unidad militar en el corregimiento Guamalito, municipio de El Carmen, Norte de Santander. El 12 de febrero salió a la luz pública un video como prueba de vida de los dos, este fue publicado por el medio de comunicación Canal CNC Valledupar, el cual recogió las palabras de un comandante del ELN no identificado:

El Frente de Guerra Nororiental Comandante Manuel Pérez Martínez del Ejército de Liberación Nacional de Colombia entrega pruebas de supervivencia a los familiares de los soldados Jhony Andrés Ospino y Jesús Alberto Segovia adscritos al Batallón Energético Vial Número 10 detenidos el día 2 de febrero de 2021 en el corregimiento Guamalito, municipio de El Carmen, Norte de Santander. Informamos a la opinión pública que en los próximos días serán entregados a una comisión humanitaria con la cual se está en trámite.

Sobre estas palabras se generan diversas interrogantes: ¿Cuántos gestos humanitarios hacen falta para que el Estado colombiano decida reabrir los diálogos de paz congelados en La Habana con la delegación de paz del ELN? ¿Cuántos gestos humanitarios ha tenido el Estado aparte de las acciones de guerra al perseguir, estigmatizar y masacrar al movimiento social bajo la negación del conflicto social y armado y amparado en una supuesta “lucha contra el narcotráfico”?

En la prueba de vida también declararon los prisioneros de guerra. El primero afirmó:

Me presento, soy el soldado SL 18 Muñoz Segovia, hago parte del Batallón Energético Vial Número 10 General José Concha. Me encuentro aquí con mi lanza Castillo, fuimos capturados por el Ejército de Liberación Nacional (ELN). En el transcurso de nuestra captura nos han tratado bien, una buena alimentación. Nos sentimos en perfecto estado. Le queremos enviar un saludo a toda Colombia, que pronto estaremos en casa.

La declaración del soldado Jhony Andrés Ospino en el video fue objeto de censura por parte de RCN y sirvió de antesala a la discusión sobre el síndrome de Estocolmo en el desarrollo de estas capturas, el cual refiere al afecto que se puede producir entre captor-capturado y viceversa:

Le mandamos un saludo especialmente a nuestros cursos, que no se dejen meter ilusiones, malos cuentos, que el ELN son terroristas, que aquellos a los que captura el ELN los torturan, los masacran. Tal como nos han dicho nuestros comandantes, díganle ustedes mismos: ¿ustedes han vivido la experiencia para que vengan y hablen mal del ELN, de la guerrilla? Así, créannos por lo menos a nosotros, nosotros ya estamos viviendo la experiencia. Al principio sí fue aterradora, pero ya cuando estamos conviviendo con el mismo ELN ya se siente el ambiente como en casa. Y le mandamos un saludo a nuestra familia: a mi padre, a mi madre, a mis dos hermanitos, a mi abuela, que no se preocupen, que ya el ELN entró en proceso y al parecer nos han dicho que pronto saldremos.

Este 16 de febrero los soldados fueron liberados, ante lo cual el soldado Jhony Andrés Ospino declaró lo que sentía frente a su libertad con la voz quebrada:

La verdad desde el inicio me dieron buen trato, pa qué (sic). Ya me sentía como amañado con ellos. Y la verdad yo no tengo algo malo que decir así, algo malo que me hayan hecho, que me hayan dado mal trato. La verdad feliz pero a la vez triste porque ya me estaba encariñando con ellos.

Estos relatos, estos rostros de confusión de los soldados, estas burlas contra su integridad bajo la estigmatización de que han sufrido el síndrome de Estocolmo, me son bastante familiares.

Mi testimonio sobre “la ética periodística”, “el síndrome de Estocolmo” y la X Conferencia Nacional Guerrillera de las antiguas FARC-EP

Fui la única reportera venezolana en la X Conferencia Nacional Guerrillera de las antiguas FARC-EP durante el mes de septiembre de 2016. Este fue el evento cumbre de máxima toma de decisiones de la guerrilla, allí se decidiría colectivamente si se le ponía fin al alzamiento armado. Este evento no tuvo conclusiones conocidas hasta ahora ni siquiera por los excombatientes, a pesar de que todos los días a las 7 am y a las 5 pm hubo rueda de prensa por parte de sus voceros y voceras principales.

Fui apenas una entre más de 900 periodistas de medios alternativos, colombianos e internacionales de todas partes del mundo. Conocí a un vecino de campamento que era corresponsal en América Latina para un medio japonés; residía en Brasil y había viajado a Colombia exclusivamente para cubrir este evento que marcaría un antes y un después en la historia del continente latinoamericano.

Este corresponsal conversaba angustiado con otro periodista y antropólogo que venía delegado por una universidad colombiana. El japonés le preguntaba al colombiano cómo iba a hacer su reportaje ya que él no encontraba la manera, no había podido escribir con certeza, había llegado con mucho miedo a Colombia porque iba directo a internarse en la región donde arreció la guerra y, para colmo, en un campamento de “terroristas”. El colombiano escuchó al japonés y le dijo, riéndose, que lo entendía perfectamente.

El japonés insistía en que había llegado con mucho terror al lugar, sin saber si iba a salir vivo de ahí, porque en los medios de comunicación solo se decía de las FARC-EP que eran criminales, terroristas, secuestradores y todo lo peor del mundo. Sin embargo, al llegar al lugar y conocer a los guerrilleros y las guerrilleras, al verlos trabajar, él solo veía que eran campesinos pobres que no tuvieron opción de vida más que ser arrastrados a la guerra. Él no veía en ellos a los terroristas que pintaban en los medios internacionales.

El dilema del japonés radicaba en que el medio de comunicación para el cual trabajaba esperaba unas notas que dieran cuenta sobre los horrores y los crímenes cometidos por las FARC-EP, pero, al escuchar sus relatos y sus convicciones políticas se le cambió por completo la historia que conocía. Si él decía lo que realmente estaba viendo lo iban a despedir y le iban a tildar de propagandista del terrorismo.

Como este fueron muchos los casos que conocí, relatos que se quedaron como parte de los secretos que esconden hasta hoy los llanos del Yarí. Los dos casos que más me conmovieron sucedieron al finalizar la X Conferencia, donde un integrante del secretariado hizo una reunión con los más o menos 50 periodistas que quedaban en la zona para hacer algunas reflexiones y reconocimiento a los trabajadores de los medios de comunicación frente a sus explotadores. Se me conmueve el pecho y la garganta al recordarlo.

Un muchacho como yo hizo su intervención de pie y dijo que él y sus compañeros venían por un medio comunitario, que no tenían recursos ni los pasajes para llegar al lugar, pero no podían perderse la oportunidad de conocer a la guerrilla en este evento histórico. Se fueron de aventón en aventón y de cola en cola (como decimos en Venezuela) desde Antioquia y tardaron 5 días en llegar a los llanos del Yarí en el departamento del Caquetá al sur de Colombia. Atravesaron todo el país para llegar. Sobre el sacrificio y la incertidumbre del viaje en medio de la pobreza y la estigmatización dijo con orgullo y la voz quebrada: “vinimos a conocerlos, este es nuestro aporte a la paz y la reconciliación de Colombia”, el cual, evidentemente, consistía en mostrar la otra voz del conflicto.

Seguida a esta intervención se paró otra periodista de un medio nacional colombiano, una ancla hasta hoy reconocida. Ella dijo llorando que se arrepentía de no haber llevado a sus hijos consigo a la X Conferencia, que esta era una gran oportunidad que jamás se iba a repetir y que lamentaba que sus hijos no pudieran conocer a la guerrillerada para vivir en carne propia otra forma de ser, de actuar, otros valores como la solidaridad y el desprendimiento absoluto, el verdadero trabajo en equipo y el cuidado colectivo.

Ella hacía referencia a que los guerrilleros todo lo hacían en equipo y en pareja: comer, bañarse, trabajar, todo bajo un profundo respeto: “yo no sabía que esto iba a ser así, me hubiera traído a mis hijos para que los conocieran”. En su intervención dijo que luego de muchos años podía darse cuenta de lo injusto que ha sido la estigmatización en la guerra por parte de los medios.

Como estos muchas otras experiencias de la clase media universitaria colombiana, personas aterrorizadas por la estigmatización que iban a sufrir al volver con sus familias y amigos en las ciudades, a más de una ya le habían dejado de hablar por el solo hecho de haber ido a cubrir el evento y no poder contar todo lo que habían vivido o simplemente decir que estaban bien, que los trataban bien, sin siquiera decir “no son terroristas, son campesinos”.

La liberación de los adolescentes sirvió para abrir la discusión contra los medios de comunicación por su altísima responsabilidad al posicionarse como agentes del conflicto social y armado que deshumaniza al “enemigo interno”, en este caso, las insurgencias. Esta demonización de toda condición humana prepara las condiciones subjetivas para el accionar del terrorismo de Estado. De modo que da igual masacrar a civiles o bombardear a 18 niños en Caquetá[1] porque son “terroristas”.

¿Estos periodistas colombianos e internacionales también padecieron de una versión del síndrome de Estocolmo durante la X Conferencia Nacional Guerrillera? Son las mismas caras de confusión y de alegría mezclada que se les ve a estos soldados adolescentes que fueron liberados por el ELN.

¡Paz para Colombia, para la guerra nada!

Danna Urdaneta es una poeta, escritora y periodista venezolana, integrante del Comité de Solidaridad Internacional y Lucha por la Paz (COSI-Venezuela).

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *