[COLOMBIA] Los que quedaron

J. Domínguez  

Atérrese con estos datos. Según un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia, en democracia, aportó más víctimas y desapariciones forzadas que la suma de todas las atrocidades hechas en las dictaduras del cono Sur. Desde el año 1.970 hasta el año 2.015 Colombia nutrió a los denominados Archivos del Terror con más de 60.000 víctimas y desapariciones forzadas en el marco de la operación Cóndor. Pero estas cifras solo nos cuentan una de esas típicas historias colombianas en las que suelen dejar los principios pa`l final.

El Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia no se detuvo a considerar que según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) Colombia, Para el año 2.005 el 45,2% de mis compatriotas eran Pobres (más de 18 millones de seres humanos) y no es que la otra mitad desayunara langosta. El 13,9% fueron clasificados en situación de  pobreza extrema, es decir, más de 5.5 millones de seres humanos habitando en las calles de mi país (misma fuente). Hoy 15 años después, las cosas no son muy distintas. Solo la manera de calcular el hambre, esconder la mugre y perfumar las buenas costumbres de la mala gente que intentan resolver este mierdero al margen de la injusticia social.

Por ejemplo, en Colombia el conflicto ha sido disfrazado de muchas cosas, evitando, naturalmente, relacionar los números mencionados anteriormente como la principal causa de él. Para gran parte de la opinión pública, el asesinato de un colombiano cada minuto y medio y un líder social cada 36 horas, no tienen relación alguna con la pobreza, es violencia de la  nada, como si de la nada pudiera salir algo. Al conflicto también lo han llamado “conflicto armado”, donde se cumple el mismo principio, campesinos ilegalmente armados se defienden de campesinos oficialmente armados. Y el resultado es exactamente el mismo en ambos  casos. Mujeres pobres entierran a sus hijos pobres.

La enorme brecha entre los que más tienen y menos tienen en Colombia es escandalosa. Resulta casi imposible de creer que en mi país coexistan el señor Luis Carlos Sarmiento Angulo  (tres veces más rico que Donald Trump) y siete millones de desplazados internos victimas del terrorismo de Estado. Podríamos continuar en ese mismo orden de ideas pero el ejemplo de este magnate es elocuentemente desagradable. Además supongo que de esto ya se ha dicho demasiado. Es hora de hablar de lo que no se ha dicho. O por lo menos advertirlo.  

En mi país, algo en esta injusta configuración cambió, ese algo es convenientemente imperceptible, capaz y beligerante, yace en el brío de los que quedaron, en lo aprendido. La falsa Paz que no es más que la muerte o el silencio de los sin nada, no los distrae, ahora se organizan en formas más creativas, menos regulares y con aliados históricamente más contundentes. Ya no están en las noticias, ahora están en las calles, universidades y cabildos, en el monte, en las urnas, en las redes, en los días menos pensados y en lugares que nunca creyeron. Mucho cuidado que es el momento de los que quedaron y eso podría reconfigurar la ecuación.

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