[CONTRATIEMPO] Dictadura a la medida: Cuando puedo votar, no voto

“Olas de gordo aceite son mis días:

pasan tan lentamente que no pasan.

Los hombres a mi lado miran, pasan,

lentos también como mis lentos días.”

(Nicolás Guillen)

Se desliza en la memoria selectiva de las élites políticas del Pacto de Punto Fijo, la épica jornada de las elecciones de diciembre de 1957 para acariciar el sueño de una insurrección popular que les devuelva a ellos lo que dicen han perdido.

Lo ocurrido en diciembre 1957 se trató de un plebiscito en el cuál no habría un ganador distinto al presidente en ejercicio (Marcos Pérez Jimenez, el último dictador en la Venezuela del siglo XX y el penúltimo en la historia venezolana). Lo épico de aquella jornada son los sucesos hasta llegar al derrocamiento del gobierno el 23 de enero.

Pero resulta que esa épica no se corresponde con lo que ahora se presenta a los venezolanos como una jornada electoral que es absolutamente atípica. No hay entusiasmo por el futuro sino una cautela que sólo se sustituye, a ratos, por el desafío de los muchos a la insolencia de los pocos. Pero luego, todo vuelve a sumirse en la tranquilidad que da la incertidumbre absoluta en una guerra de guerrillas asimilada por la élite para desplegar a comerciantes, bachaqueros, informales, supermercados, proveedores en un ataque y fuga para asaltar el bolsillo y la tranquilidad de todos los venezolanos. Es una elección que luce a ratos incómoda porque es una elección que no parece aportar proyectos sino más esfuerzos, mayores angustias y la prolongación de formas miserables de usura y explotación material. Es verdad, no podemos demandarles a los empresarios que produzcan a pérdidas, ni que comprometan su futuro y el de los suyos (familiares, trabajadores, proveedores, clientes) a lo incierto. Pero es que la incertidumbre se instaló en el peor lugar que podría instalarse en una sociedad rentista. La incertidumbre está instalada en el consumo. No hablamos del consumo suntuario sino en el más elemental consumo. No es para producir que se trabaja.. Se trabaja para consumir y poder sobrevivir.

Las cadenas productivas tan importantes para la puesta en marcha del desarrollo endógeno como concepto integrador del territorio, la sociedad productiva y la superación del rentismo con el centro en el ser humano han sido devastadas. Ahora todo se orienta a “garantizar” la capacidad de compra, de consumo. En Venezuela se produce y mucho más de lo que creemos, es verdad. Pero también lo es que tenemos en el modo de asumir el papel de ciudadano una inclinación al consumo como la realización máxima del sujeto económico. Puestas así las cosas, ni siquiera el más elemental boicot contra productos ha funcionado porque siempre habrán más de lo que quisiéramos levantando su voz: “Yo consumo lo que quiero, para eso tengo dinero”. Se convertirá luego en un acto de mantener el status que no puede perderse porque ese es el modo cómo enseña la renta a ser.

Venezuela está sumida en una situación donde no hay nadie que esté libre de responsabilidad en lo que nos ocurre. Por eso es que resulta casi un insulto a la inteligencia que se vendan soluciones para adquirir votos. Probablemente, acá aparezca entonces cómo es que hemos sido empujados a una suerte de laberinto de guerrillas. Distraídos en vencer a los oponentes visibles, otros van cavando túneles para que se desplome la plataforma de interacción social, política y económica básica sobre la cual los venezolanos aún pueden relacionarse entre si. Se les llama la oposición radical. A la altura de los acontecimientos, parece que no es un asunto solamente político lo que significaría que es una oposición que incluso oculta su carácter opositor. Se disfrazan de “rojo” para avanzar con paso decidido. ¿De qué otro modo se puede explicar la indolencia del aparato de justicia, seguridad y defensa? Pero además, con el agravante de que la propia constitución establece la defensa como una actividad cuya responsabilidad recae sobre todos los venezolanos: ¿lo sabemos?, ¿Lo hacemos?

Aparece así una dictadura a la medida. Es casi el sueño dorado de todos los que andan tras el poder sin pasar por las elecciones, ese odioso mecanismo que desde el día que los pobres votan, ya no sirve. Pero entonces, es necesario tener sus propios pobres que ayuden a derrocar el gobierno para instalar a un verdugo de todos los pobres. Y entonces, se alza imponente un tema que nadie quiere atender: ¿Por qué no participar en las elecciones si es evidente que es el mecanismo para revelar la “dictadura” del presente? ¿Será porque la democracia no es la “salida” que se busca? o, acaso, ¿Se trata de imponer una dictadura que arranca de entrada confesando “Cuando puedo votar, no voto”?

Parece que negarse a participar de las elecciones es definitivamente abrir el conflicto a una guerra de dimensiones nunca antes vistas en Venezuela. ¿Podremos ser los responsables, por la indiferencia, de una dictadura hecha a la medida de los incapaces?

El tiempo histórico, ese que no podemos medir con la altura de lo humano, parece demandar de todos en Venezuela, de una voluntad férrea por evitar la imposición del odio, la exclusión pero también, la peligrosa lisonja de la indiferencia: esa forma aviesa que se cultiva de optar por no decidir, porque ya otros decidieron por nosotros. La dictadura a la medida, no puede ser la salida a una sociedad en crisis desde hace tantos años.       

A tiempo: La reacción de los promotores de la abstención a llamar a paralizar el país, parece el preámbulo de un tiempo de paciencia y valentía. Aquella valentía, de no caer en la trampa de agredir primero.

Emergencias: Los partidos que levantaron las banderas el 23 de enero son los mismos que impiden ahora a este pueblo, expresarse en libertad y la pequeña paz que concede no estar en guerra con los hermanos. Final funesto el de los partidos del Pacto de Punto Fijo. ¿Habrá un nuevo Pacto? ¿Quiénes serán?

Allende: La tercera guerra mundial se libra desde hace ratos en los márgenes que no se transmiten en directo, en las muertes que no conmueven a las redes y en los pueblos que sepultan sus deudos, con el asesino lejos.. demasiado lejos incluso para imaginarlo.

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