[CONTRATIEMPO] La continuación del imperio por otro medios: Contratiempo para la humanidad

“Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos,
sino el silencio de los amigos” (Martin Luther King)

Probablemente lo más terrible del silencio es que no se puede apelar a él de forma absoluta. Quien calla por conveniencia, terminará siendo traidor por obligación. Son tiempos ásperos estos en los cuales se revuelve el mundo y que ha encontrado en Venezuela la excusa perfecta para desviar la atención de tantos y así asegurar la sobrevivencia de los extintos imperios que negándose a morir infestan con su agónica visión a lo que va quedando del mundo. No son tiempos fáciles. No son tiempos para mentir.

En la historia reciente vamos siendo testigos de la desnudez del imperio y eso revela básicamente dos cosas: El imperio actual es impotente y van surgiendo nuevos imperios con nuevos trajes. No podemos hablar de imperios buenos, porque todo imperio es inevitablemente generador de injusticias y de actos de violencia. No es poca cosa que nos sintamos aturdidos por la violencia estructural en la que unos pocos comen mucho, los muchos comen poco y los muchos defienden a los pocos porque sueñan que algún día, serán de los pocos. Juegos del hambre, en versión real.

La humanidad entonces parece enfrentarse en este momento a una encrucijada que se encarna materialmente en Venezuela pero que puede ser cualquier país del planeta. Pero, ¿Qué se encarna en Venezuela? No se trata de un gobierno que ha sido eficiente en ganar enemigos por hacer una gestión extraordinaria que elevó la calidad de vida de los venezolanos. Apelando a la percepción en la calle, los indicadores serían tan devastadores que el gobierno decidió que eran objetivos militares. No se pueden revelar los números, porque el pueblo perderá toda la fe e impulso revolucionarios. Probablemente ese cálculo haya cuidado algunos puestos y habrá supuesto algunas destituciones. Pero el asunto está en otro lado. Postular que se trata de que hay elementos para suponer que se configuró una política de la esperanza desde una pedagogía de la inclusión es lo inmediato.
 
Porque esencialmente, la política de la esperanza deja de ser la realización de una utopía para constituirse en la posibilidad de re-constitución de una humanidad que fue saqueada de su condición fundamental: Construir el futuro a través de la palabra y empeñar sus acciones en esa dirección.

Puestas así las cosas, lo que ocurre en este momento en Venezuela no se justifica según el cálculo egocéntrico de las ventajas. Ni tampoco de las ilusiones compradas por vastas mayorías. El tema es más complejo y el apuro por extirpar el “mal que recorre el mundo” sea sólo una muestra de la severidad de lo que se avecina si esta política de la esperanza trasciende a otros pueblos. No es insignificante que haya surgido de un pueblo que nunca se configuró realmente como pueblo. No al menos como lo pensaban hombres como Mario Briceño Iragorry, que argumentó la imposibilidad de un destinatario para su mensaje de un proyecto nacional. Quizás, el asunto estriba en que el proyecto nacional es más simple y en su simpleza será revolucionario hasta el tuétano: No se trata de un nuevo gobierno, de nuevos programas. Se trata de un nuevo sujeto que se celebra desde la alegría de solamente “poder ser”. Acá es entonces cuando todo comienza a cobrar sentido. El ser que parece ir ganando espacio en la trama oculta del pueblo venezolano es uno que ha derrotado la desesperanza que dan los muertos sin razón, las personas quemadas y la soberbia de una oposición que decide negar hasta lo que evidentemente se hizo en sus propios predios. ¿Qué razón gobierna para que no haya imperado la rabia y el desespero en los así atacados, sitiados y desconocidos?

Esa razón hay quien la imputa a los “descerebrados” que siguen defendiendo al gobierno. Quién así lo ve ha perdido una batalla fundamental consigo mismo. ¿Cómo puede alguien argumentar falta de razón a quien ha decidido no responder desde las vísceras? Porque es evidente que el gobierno no tendría como contener a quienes han sufrido semejante daño en cobrar venganza. ¿Por qué no cobran venganza? ¿Por qué no hacen lo que los manuales de guerra psicológica ordenan, básicamente, envilecer a la humanidad para convertirla en masa en estampida?

Quedará para quienes de verdad quieran estudiar lo que se sembró en el pueblo venezolano, de muy diverso modo y con resultados distintos (no puede ser de otro modo), la respuesta colectiva en Venezuela no sucumbe al chantaje de la violencia. Opta por una salida que en su propia ternura muestra la mayor de las fortalezas: No sucumbir a ser tan vil como el enemigo que constituye el primer paso para las masacres que hemos visto en tantas partes. Sin duda, algo parece andar a contramano de una tendencia de gobernar la humanidad por sus instintos. ¿Qué es la sed de ser que gobierna a la Venezuela profunda?

La pregunta debe mantenerse como pregunta porque cualquier respuesta ahora sucumbiría a los vaivenes de estos tiempos. Pero, lo que sí debería ser objeto de análisis para los candidatos a líderes o potencias nuevas en el mundo, que la política de la esperanza y la pedagogía de la inclusión no es la continuación de la ya caduca e insuficiente dicotomía entre civilización y barbarie que arrasó la América Latina entre la espada y la cruz desde 1492. Lo que parece evidente es que aquello que se llamó crisol de razas para nombrar a América según Vasconcelos y el laberinto de los minotauros que nos dibujo Briceño Guerrero parecen ser apenas los anuncios de unas curiosas puertas en los pueblos de Abya Yala que no temen a los muros de hormigón porque están derrumbando los muros de la razón egocéntrica.

Podrán venir nuevos imperios y apelarán a otros medios, pero lo que parece evidente es que la fuerza bruta y la exclusión van dejando demasiadas pérdidas para no ser tomadas en cuenta en estos tiempos en que por alguna curiosa razón, la humanidad está en la encrucijada de aceptar a todos como hermanos o perecer todos como idiotas, para recordar a Martin Luther King.

Venezuela es mal ejemplo para el mundo, no por por sus gobernantes que algo sin duda han hecho para que este modo de ser ocurra y se manifieste. El mayor temor, en realidad, es que los pueblos aprendan como se defiende desde una pedagogía de la inclusión y desde lo más elemental, la convicción básica en la política: Ser. Hay razones para ser optimistas, porque esa condición no es propia del venezolano. Ocurre en la América indómita y oculta que se van labrando modos de ser que resurgen después de 500 años.¿Acaso es exclusividad del pueblo chino, la vocación de ser milenarios?

La potencia de los pueblos es entonces, rendir al poder imperial desnudo e insuficiente en un plano distinto a aquel donde es fuerte. Porque ante la superación del miedo y a entender la vida más allá de cada cual, el poder inspirado en la violencia sencillamente no puede. Hay auroras aún para las mujeres y hombres que construyen solidariamente al mundo.

Emergencias:  La medida de una canasta de monedas para las compras venezolanas plantea un cambio en la ecuación financiera del mundo que no es despreciable. Es golpear al mercado con su mayor arma: la ambición. Tomada en sentido estricto, es poner el negocio de las reservas petroleras más importantes del planeta fuera de la órbita norteamericana.

A Tiempo: No se puede dañar con la racionalidad burocrática ni del cálculo egocéntrico, la épica histórica que construyeron millones de venezolanos. La ANC debe recordarle al CNE que se encuentra sujeta a sus decisiones. Las elecciones de gobernadores deben tener fecha pronto. Todos la esperan, los saboteadores de siempre y quienes apuestan a la esperanza.

Allende1: (Más allá de). Hay quien pareciera olvidarse que los pueblos trascienden a los individuos. Escuchar a muchos que Chávez, donde esté, estará contento cada vez más y a la distancia, va resonando de un modo distinto. Ya Chávez no es él, es una fuerza de un pueblo cuya dirección e intensidad nadie conoce.

1 Allende no es un adverbio de tiempo sino de lugar. En estos tiempos, quien escribe lo hace allende de la tierra venezolana, sin perder la convicción que el destino de los pueblos se hace en paz y con todos.

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