[EDITORIAL] Crisis, crisis, crisis…

Pretendemos en este breve escrito esbozar algunas de las más notables percepciones del escenario político venezolano del último tiempo, que ha estado marcado por innumerables especulaciones relacionadas con un tema que se alza como elemento principal de las conversaciones más cotidianas de las y los comunes: la crisis.

Lo cierto es que, en cualquier ámbito, desde distintos aspectos y en los lugares más remotos escuchamos: “Que esta es la peor crisis vivida”, “Que la crisis va a empeorar”, “Que la crisis es culpa de Maduro”, “Que la crisis no puede ser peor”, “Que la crisis es de valores”, “Que la crisis tal cosa…” Es así como convivimos con ella: de forma diversa y con matices numerosos.

Pero, ¿Cómo afrontamos el desafío de abordar la crisis desde una mirada menos cargada de disgustos personales, y por tanto de una forma más “objetiva”?
La verdad es que pensamos que no se puede. La subjetividad de las personas se relaciona de una forma intrincada con lo que la crisis misma es, la configura y le da contenido: todas y todos quienes hemos decidido quedarnos en el país para resistir convivimos con nuestras propias formas de ver y sentir la realidad, que al mismo tiempo están condicionadas por nuestra relación con los medios de comunicación, y también con nuestra situación de clase, género y raza, y en esa medida es posible identificar diversas apreciaciones del entorno.

Tres enfoques opuestos surgieron durante uno de nuestros acostumbrados debates en colectivo, que exponemos a continuación:

-El primero, que una buena parte de la población venezolana se encuentra en un proceso de “naturalización de la crisis” en el que prefiere aferrarse a una especie de idea cuasi religiosa, contemplando el hecho de que la resignación a lo que sucede en el medio social, económico y cultural es lo único que se puede y debe hacer hasta que todo mejore.

-El siguiente, por el contrario, se inclina hacia la idea de que existe una generalización del sentimiento de frustración y rabia profunda en la gente, proveniente de la difícil realidad que la cotidianidad en las calles representa, pero también del constante bombardeo comunicacional –promotor del caos y la desinformación- al que nos encontramos todas y todos expuestos.

-Finalmente, otra mirada surge también por parte de quienes consideran que la crisis es un motor de creación y cambio, y en esa medida constituye una potente herramienta para la transformación individual y colectiva, esto como idea per se.

Nos inclinamos por pensar -aunque no sea posible tener una visión de totalidad “correcta”- que la última es la posición más moralizadora y por tanto favorable para afrontar la cruda realidad que nos arropa, sobre todo si pretendemos seguir en la búsqueda por cimentar un modelo de sociedad distinto y superar la crisis proveniente de nuestro sistema actual en el camino.

Ciertamente también consideramos que existe la necesidad de retratar el proceso sin precedentes por el que atravesamos en el momento político presente… Y este es un esfuerzo por comenzar, que pretende convocar a que nos interpelemos en distintos niveles sobre lo que está sucediendo a nuestro alrededor, a que indaguemos y nos informemos, a que seamos capaces de generar criterios y estrategias básicas para afrontar la realidad, y para darle lectura a como eso nos construye en el próximo tiempo.

Vamos dejando el debate abierto y con el deber de ser nutrido…

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