[OPINIÓN] El mundo en shock. Una mirada a lo que viene detrás de la pandemia

Ángel Daniel González – Últimas Noticias

El año 2020 comenzó agitando de manera impactante al planeta tierra. El 2 de enero, la noticia del asesinato del general Qasem Soleimani, comandante de las fuerzas Al-Quds de Irán, a manos de un dron estadounidense, puso en vilo a la humanidad ante una posible guerra internacional de grandes dimensiones. La tercera década del siglo XXI, que prometía el desenvolvimiento de cambios estructurales en el sistema-mundo gracias al salto tecnológico proporcionado por los avances en inteligencia artificial, robótica y telecomunicaciones, nos mostraba su cara menos simpática. La era de la «cuarta revolución industrial» no está exenta de tragedias y amenazas. Quizás el mundo está a punto de cambiar considerablemente, pero lo que no está claro es si lo hará para mejor.

Por si aquello hubiera sido poco, a finales de enero surgió una nueva alerta global. En la provincia china de Hubei se originó el brote de una nueva cepa de coronavirus. Lo que al principio se presentó como un problema regional, que afectaría gravemente la economía del gigante asiático, muy pronto se convirtió en objeto de terror para casi la totalidad de los seres humanos. A principios de marzo la Organización Mundial de la Salud informó que la enfermedad identificada como «neumonía por el nuevo coronavirus», o Covid-19, adquiría carácter pandémico. Cuando la posible guerra entre Irán y Estados Unidos parecía que, finalmente, no iba a ocurrir, el miedo a un nuevo conflicto llegó para acaparar la atención de todos los seres humanos.

El mundo entró en estado de shock.

Las consecuencias de esta crisis planetaria no solo se cuentan en número de muertes y enfermos. Todos los análisis disponibles coinciden en que el impacto en la economía mundial será tan grave como la propia enfermedad.

DATOS VIRALES

En la semana del 16 al 20 de marzo las bolsas mundiales se desplomaron dramáticamente. El Dow Jones, principal índice de Estados Unidos, cayó 12,9%, su mayor descenso en más de 30 años. Así mismo ocurrió en las bolsas europeas y asiáticas.

El 19 de marzo el Bank of America publicó un comunicado afirmando que la economía estadounidense «ha caído en una recesión». Dijo que Estados Unidos se «une al resto del mundo» en la crisis desatada por el brote del coronavirus. Prevé un «colapso» en el segundo trimestre de 2020, con una disminución de la economía de 12% y una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) de 0,8% este año.

La agencia calificadora Moody’s pronosticó el 25 de marzo «un shock sin precedentes» para los países del G20 (las principales economías del mundo). Proyecta una contracción conjunta de 0,5% en 2020. Y detalla que en el primer y segundo trimestre del año las contracciones acumuladas serán de 5,4% en Alemania, 4,5% en Italia, 4,3% en Estados Unidos, 3,9% en Reino Unido y 3,9% en Francia. Solo prevén crecimiento en China, 3,3%, lo que sin embargo significa una desaceleración.

El 26 de marzo, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, hizo oficial la declaración de recesión en su país, durante una entrevista con NBC News. Esa misma semana, el gobierno de Donald Trump y el Congreso estadounidense acordaron un plan especial de emergencia con la aprobación de 2 billones de dólares para «oxigenar la economía». El paquete incluye la asignación general de 1.200 dólares por adulto y 500 por niño, así como 500 mil millones para las corporaciones, 350 mil millones para pequeños negocios, 250 mil millones para ayudas por desempleo y 75 mil millones para el sistema de salud. Son cifras inéditas. Se trata del mayor rescate en la historia de ese país y del mundo.

De inmediato, Wall Street experimentó la mayor alza en su historia desde 1933, con subida de 11,3% en el índice Dow Jones. Lo siguieron las demás bolsas internacionales. Movimientos vertiginosos como consecuencia de los anuncios de Washington en medio de tensas incertidumbres.

EL PENSAMIENTO CRÍTICO RECOBRA VIGENCIA

En este escenario, se ha vuelto muy popular el libro «La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre», de la periodista canadiense Naomi Klein, publicado originalmente en 2007. Allí se plantea cómo las crisis de grandes dimensiones sirven para que los poderes económicos, espueleados por los tanques de pensamiento de filiación neoliberal, aceleren la implementación de medidas económicas de envergadura, que en otro contexto serían fuertemente criticadas. El capital utiliza las crisis como parte de una «terapia de shock», según la nomenclatura acuñada por Milton Friedman, economista estadounidense y gurú de la llamada Escuela de Chicago. Klein afirma que estas acciones no constituyen eventos extraordinarios, sino que se encuentran en el centro doctrinario del capitalismo actual.

La autora explica en el libro lo siguiente:

«En uno de sus ensayos más influyentes, Friedman articuló el núcleo de la panacea táctica del capitalismo contemporáneo, lo que yo denomino doctrina del shock.

Observó que ‘sólo una crisis —real o percibida— da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable’.

Algunas personas almacenan latas y agua en caso de desastres o terremotos; los discípulos de Friedman almacenan un montón de ideas de libre mercado. Y una vez desatada la crisis, el profesor de la Universidad de Chicago estaba convencido de que era de la mayor importancia actuar con rapidez, para imponer los cambios rápida e irreversiblemente, antes de que la sociedad afectada volviera a instalarse en la «tiranía del statu quo». Estimaba que «una nueva administración disfruta de seis a nueve meses para poner en marcha cambios legislativos importantes; si no aprovecha la oportunidad de actuar durante ese período concreto, no volverá a disfrutar de ocasión igual».

Es una variación del consejo de Maquiavelo según el cual vale más comunicar de una sola vez ‘las malas noticias’, y supuso uno de los legados estratégicos más duraderos de Friedman.»

Es por esto que decidimos consultar con algunos analistas venezolanos para que nos dieran sus perspectivas sobre qué podemos esperar de esta crisis sanitaria y económica que ha convulsionado al mundo.

Para Pablo Giménez, economista y profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela, nos encontramos ante una «verdadera crisis estructural del capitalismo», que se muestra en un escenario de gran recesión y estancamiento de la economía mundial. Destaca que la crisis del coronavirus inicialmente se interpretó como un problema Chino, que tendría consecuencias sobre el resto de la economía mundial, pero nada que no pudieran resolver los mercados. Sin embargo, cuando China avanzó en el control de su situación interna y de la velocidad de contagio, «la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud convirtió al virus en un problema global de proporciones aún desconocidas y resultados inesperados que sólo agrega más ansiedad y nerviosismo al cuadro clínico, que de por si indicaba una tendencia hacia la recesión».

En este sentido, agrega Luis Salas, sociólogo y analista económico, lo que se espera es que haya una fuerte contracción de la economía a nivel mundial para este año. «Ya antes del coronavirus, las perspectivas eran de un crecimiento a nivel global bastante moderado, pero esto lo ha hecho retroceder y las estimaciones se redujeron prácticamente a la mitad. Los escenarios más optimistas hablan de que el mundo podría aumentar el PIB entre 0,3% y 2,5%. Incluso con grandes riesgos de contracción, o sea que no haya crecimiento sino un comportamiento negativo del PIB mundial, dependiendo de cuánto se pueda complicar la situación epidemiológica a nivel global».

En el caso latinoamericano, la CEPAL ajustó su perspectiva de crecimiento de 1,5%, proyectada a finales de 2019, a una contracción de 1,8% para este año. «Lo cual supondría que en la región podría subir en 10% tanto el desempleo como la pobreza», advierte Salas.

UNA REALIDAD INOCULTABLE

En internet pululan análisis que señalan que la crisis del coronavirus ha servido para encubrir una crisis económica que ya venía gestándose y estaba por estallar. Ante este planteamiento, Luis Salas dice que en estos casos es difícil encontrar la frontera entre la observación objetiva y las teorías «conspiranoicas». «Pero lo cierto del caso es que todo lo desatado por el coronavirus se ha montado sobre una situación complicada previa, donde los mercados estaban a punto de entrar en cualquier momento en insolvencia, nuevamente como en el año 2008.

De hecho, una discusión es saber si se ha salido de la crisis de 2008; que muchos elementos permiten decir que no. Entonces, lo que al parecer está ocurriendo en este momento es que la crisis del coronavirus se ha convertido en una oportunidad para que los gobiernos centrales, particularmente el caso de la Unión Europea, el Fondo Monetario y también los Estados Unidos, salgan al rescate de los mercados, que estaban a punto de entrar en una situación similar a la de 2008».

Considera que se está aprovechando la oportunidad abierta por el coronavirus para financiar de nuevo a los mercados, evitar que las grandes empresas y los grandes inversionistas de los mercados especulativos caigan en bancarrota. «Se están inyectando fuertes cantidades de dinero, cifras nunca antes vistas, que la historia lo que demuestra a la larga es que los que terminan pagando eso en última instancia son los países, con recortes presupuestarios y otras políticas similares».

Esta perspectiva nos regresa a las tesis planteadas por Naomi Klein en su libro. No se trata de que los desastres o tragedias sean provocados intencionalmente. De hecho, lo que Klein relata en «La Doctrina del Shock» es la historia de «un movimiento que reza para que se produzcan las crisis igual que los granjeros sedientos rezan para que llueva, como los cristianos apocalípticos rezan para que llegue el Rapto que ha de llevarse a los fieles a la vera de Jesús. Cuando por fin se desata la tragedia, saben inmediatamente que ha llegado su momento».

El profesor Giménez comenta a este respecto: «De hecho hay un shock económico, no sé si en el sentido de Naomi Klein, pero todos los paradigmas, modelos y proyectos económicos están siendo cuestionados en este momento». Por su parte, Luis Salas explica que la pandemia «permite que se creen las condiciones subjetivas pero también los movimientos en las bolsas lo suficientemente fuertes como para que se produzcan reacomodos importantes y se produzcan políticas de financiamiento, donde el Estado termina funcionando como un prestamista en última instancia, lo cual desmiente todo el paradigma neoliberal de la no intervención del Estado».

Tal como plantea Klein, afirma que no se trata exactamente de que el capitalismo está en crisis, sino que estamos en una situación en que el capitalismo «funciona» en crisis. «Un capitalismo que está financiarizado, es fuertemente especulativo, en una economía interconectada a nivel mundial y que funciona como un gran casino, donde el riesgo es un componente muy importante y a partir de ahí cada situación de crisis, y el pánico que eso genera, se aprovecha para hacer reacomodos que terminan fortaleciendo este tipo de capitalismo», comenta.

Los recientes movimientos bursátiles le permiten decir que el hecho de que haya una fuerte contracción, o se proyecte una fuerte contracción, no necesariamente supone que haya una mala situación para los mercados especuladores a nivel mundial. «Seguramente, como suele suceder, cuando cayeron las bolsas abruptamente hubo quien vendió rápidamente pero también hubo quienes compraron rápidamente y se hicieron con un montón de títulos a precios de gallina flaca, como se dice, y ahora al repunte obtienen ganancias especulativas extraordinarias y muy importantes.

TEORÍAS CONSPIRATIVAS O PROBLEMAS DE INFORMACIÓN

Esta «conveniencia» de la crisis sanitaria respecto a la crisis económica que la subyace es lo que ha alimentado la proliferación de tesis que normalmente son tachadas de «teorías conspirativas». A este respecto, el antropólogo, escritor y especialista en geopolítica, José Negrón Valera, opina que no hay que desmeritar estas hipótesis. «Yo siempre digo que lo que se estigmatiza como ‘conspiranoicos’ no es sino gente investigadora que no tiene miedo a hacer hipótesis acerca del futuro y de la realidad». Pone como ejemplo el hecho de que quienes denunciaron que la invasión a Irak que comenzó en 2003 había sido planeada al margen de las acusaciones de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva fueron denostados en un primero momento; y más tarde se comprobó que nunca hubo tales armas y que se había actuado en base a una mentira.

«Como han dicho algunos especialistas, en este momento el hecho de que haya aparecido el coronavirus es muy conveniente ante las señales de crack internacional financiero y económico. Entonces es una buena pantalla para ocultar el fracaso que ha significado el sistema  financiero capitalista y volver a salvar a los bancos, volver a salvar el sistema y volver al juego de la ruleta de casino», explicó.

Negrón Valera afirma que es importante tomar en cuenta no sólo el hecho cierto de que los gobiernos del centro global experimentan y tiene armas, laboratorios e incluso bases militares destinadas al desarrollo de armas biológicas sino que, además, «y me parece lo más peligroso, corporaciones privadas se han dedicado al desarrollo y uso de la tecnología para todo lo que tiene que ver con la investigación genética y biológica».

Opina que «así como se han hecho protocolos y se han establecido alarmas en torno al desarme nuclear, y mediáticamente se expone la necesidad de poner control a las armas nucleares, de la misma manera tiene que haber la misma alarma para todo lo que tiene que ver con el uso de las bioarmas, de la biotecnología».

¿CÓMO QUEDA VENEZUELA?

Los analistas consultados coinciden en que el escenario para Venezuela se presenta bastante complicado, dadas las complejas condiciones de nuestro país antes de que llegara el coronavirus. «A la ya deprimida situación económica luego de 5 años consecutivos de sanciones comerciales, financieras y económicas, con caída del PIB, 17 meses continuos de hiperinflación y caída de la producción petrolera, le debemos agregar esta nueva crisis económica que para nosotros se expresa en la caída de los precios del petróleo y por tanto en la caída de los ya menguados ingresos del Gobierno», advierte Giménez.

Luis Salas estima que, ya sin el coronavirus, teníamos proyectada una contracción del 10%, en términos conservadores, para el año 2020. «En un escenario que podría ser el más realista, y suponiendo siempre que las cosas se acomoden en el primer semestre de este año, pudiéramos estar hablando de una economía que pasaría de una contracción estimada de un 10% a un 19% al finalizar el año. Y si las cosas se complican más allá, pudiéramos estar hablando de una contracción cercana al 25%, que es más o menos lo estimado para el año pasado».

Todo esto responde a las condiciones preexistentes a la pandemia. Una confluencia entre la caída de los precios petroleros, la contracción de la economía mundial, y el hecho de que el país esté sometido a un conjunto de medidas coercitivas impuestas por el gobierno de Estados Unidos con la intención de provocar un cambio de régimen por la vía de la fuerza.

A todos estos factores se suma otro elemento: ¿qué pasará con las remesas? Luis Salas dice que esto en particular le genera especial preocupación. «De alguna manera las remesas y el ingreso de divisas desde el extranjero, para algunos que las pueden recibir, se convirtió en una especie de amortiguador, dicho por el propio Gobierno el año pasado. Ahora, todo indica que las remesas van a disminuir porque la situación económica en los países de donde provienen estas remesas se ha complicado. Es posible que mucha gente también se regrese, lo cual suma una carga adicional al consumo nacional».

Agregó que «todo eso va creando una situación de tormenta perfecta que va a terminar haciéndole mucho daño a la economía nacional si no se toman de inmediato medidas al respecto».

Por ello Pablo Giménez hace énfasis en la necesidad de lograr «al menos la flexibilización de las sanciones, no ya como un petitorio de exclusivo del Gobierno, sino del conjunto de la nación». En tal sentido, la cooperación internacional con países aliados en temas sanitarios y la obtención de financiamiento externo será fundamental para enfrentar la emergencia en el corto plazo. «La economía venezolana debe entonces adaptarse, además, a esta dinámica del coronavirus, que parece estará presente por lo menos un semestre», precisó.

MÁS ALLÁ DE LO ECONÓMICO

El análisis de Naomi Klein invita a poner atención en la manera cómo se manejan las crisis. En su libro pone como ejemplo, entre muchos otros, el modelo que se implantó durante el gobierno de George W. Bush luego del ataque aéreo a las Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001.

«Rápidamente, la administración Bush aprovechó la oportunidad generada por el miedo a los ataques para lanzar la guerra contra el terror, pero también para garantizar el desarrollo de una industria exclusivamente dedicada a los beneficios, un nuevo sector en crecimiento que insufló renovadas fuerzas en la debilitada economía estadounidense. El término ‘complejo del capitalismo del desastre’ la describe con más precisión; tiene tentáculos más poderosos y llega más lejos que el complejo industrial-militar contra el que Dwight Eisenhower lanzó sus advertencias al final de su mandato.

Estamos ante una guerra global cuyos combates se libran en todos los niveles de las empresas privadas cuya participación se subvenciona con dinero público, y cuya misión sin fin es la protección del territorio estadounidense a perpetuidad, al tiempo que debe eliminar todo ‘mal’ exterior. En apenas unos años, el complejo ha extendido su presencia en el mercado bajo distintas y cambiantes formas: desde la lucha contra el terrorismo hasta las misiones de paz internacionales, desde la seguridad municipal hasta la reacción con motivo de los desastres naturales. El objetivo último de las corporaciones que animan el centro de este complejo es implantar un modelo de gobierno exclusivamente orientado a los beneficios (que tan fácilmente avanza en circunstancias extraordinarias) también en el día a día cotidiano del funcionamiento del Estado; esto es, privatizar el gobierno».

El pánico generado en la sociedad estadounidense, y a nivel mundial, por este ataque terrorista permitió que los elementos más conservadores del gobierno republicano actuaran a sus anchas e implementaran un «estado de excepción» permanente, en el que todas las medidas adelantadas estaban empapadas de una especie de salvoconducto bajo la forma de una «doctrina de seguridad nacional».

Ahora, en la crisis que trajo consigo el año 2020, Klein asegura que en este caso «el shock es realmente el propio virus». En una entrevista con la revista estadounidense «Vice», dijo que la situación ha sido manejada «de una manera que maximiza la confusión y minimiza la protección. No creo que eso sea una conspiración, es sólo la forma en que el gobierno de los EEUU y Trump han manejado -completamente mal- esta crisis.

Trump hasta ahora ha tratado esto no como una crisis de salud pública sino como una crisis de percepción, y un problema potencial para su reelección. Es el peor de los casos, especialmente combinado con el hecho de que los EEUU no tienen un programa nacional de salud y sus protecciones para los trabajadores son muy malas. Esta combinación de fuerzas ha provocado un shock máximo. Va a ser explotado para rescatar a las industrias que están en el corazón de las crisis más extremas que enfrentamos, como la crisis climática: la industria de las aerolíneas, la industria del gas y el petróleo, la industria de los cruceros; quieren apuntalar todo esto».

El sociólogo venezolano Reinaldo Iturriza considera que uno de los aspectos más importantes de esta crisis es «el hecho de que la pandemia pone severamente en cuestión a la racionalidad neoliberal, que determina los modos de gobierno de buena parte de los países del Norte global, pero también del Sur. La pandemia ha puesto al descubierto, con mucha elocuencia, la ineficacia política de los recortes masivos a la salud pública; o problemas más específicos, como por ejemplo el hecho de que la producción masiva de implementos médicos para atender la crisis se haya relocalizado en países como China, donde es posible elaborarlos a menor costo».

Los análisis circulantes en medios y redes que pronostican que el coronavirus «cambiará al mundo» se mueven entre un escenario «revolucionario», donde una eventual «caída del sistema capitalista» abriría la puerta a un modelo societal de relaciones colaborativas y solidarias, y un oscuro escenario donde proliferan regímenes de control social cada vez más restrictivos de las libertades.

Esta última tesis encuentra asidero en el hecho de que, como explica Iturriza, «un gigantesco y muy eficaz sistema de control les ha permitido a países como China y Corea del Sur contener la propagación del virus». Y agrega: «el resultado podría ser perfectamente un mundo más ‘seguro’, pero menos libre».

POLÉMICA DE SABIOS

El filósofo esloveno Slavoj Žižek publicó un artículo de opinión en la web del medio ruso «RT» en el que afirmó que la epidemia del covid-19 es «una señal» de que la humanidad no puede vivir más como de costumbre y «es necesario un cambio radical».

«Quizás otro virus, ideológico y mucho más beneficioso, se propague y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global», escribió Žižek.

Como es costumbre, estas afirmaciones generaron polémica y le dieron la vuelta al mundo, siendo incluso contestadas por personalidades del mundo intelectual de la talla del filósofo surcoreano Byung-Chul Han:

«Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal, y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podrá vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia. China exhibirá la superioridad de su sistema aún con más orgullo. Y tras la pandemia, el capitalismo continuará aún con más pujanza».

Por su parte, Iturriza comenta:

«Me parece que Žižek es realmente menos optimista de lo que puede parecer en primer término. Es justo decir que en ningún momento ha planteado algo como la muerte del capitalismo. Lo que ha escrito es que la pandemia constituye una oportunidad para convencernos de que es necesario un cambio, porque no podemos seguir por el camino al que nos conduce el capitalismo global. Ha dicho textualmente: ‘el Coronavirus también nos obliga a re-inventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia’. Tal sería, digamos, el dilema político que supone la pandemia. Hay que ser muy insensato para estar en desacuerdo».

Advierte que es necesario estar prevenidos ante estas «polémicas» intelectuales. «Cualquiera que lea con atención lo escrito tanto por Žižek como por Byung-Chul Han puede concluir que, a fin de cuentas, sus posturas son muy similares. Sus diagnósticos también». Aclara que Žižek no plantea en ningún momento que el virus vencerá al capitalismo. «Ambos coinciden en que ésta tendrá que ser la tarea de personas de carne y hueso. En todo caso, lo más notable, me parece, es que ninguno de los dos ofrece mayores pistas al respecto».

Otro filósofo que expresó sus ideas en torno a las consecuencias del coronavirus fue el italiano Giorgio Agamben. Sus declaraciones generaron polémica ya que convino en relacionar las medidas implementadas en su país ante la crisis sanitaria con su tesis del «estado de excepción permanente». Tanto fue, que tuvo que publicar una «aclaratoria» en un segundo artículo, para responder a las «manipulaciones» hechas en medios de comunicación. En este texto, afirma lo siguiente:

«Lo primero que muestra claramente la ola de pánico que ha paralizado al país es que nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la ‘nuda vida’. Es evidente que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas ante el peligro de caer enfermos. La nuda vida —y el miedo a perderla— no es algo que una a los hombres, sino que los ciega y los separa».

Iturriza opina que, aunque es discutible eso de que los italianos permanecen encerrados por pánico, ya que respetar la cuarentena puede ser considerado más bien como una muestra de solidaridad al ayudar a detener la cadena de contagio, «el análisis que durante mucho tiempo viene haciendo Agamben sobre el ‘estado de excepción permanente’ es extraordinariamente lúcido». Particularmente, coincide en la afirmación de que «una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre».

EL ESTADO ACTÚA

Para Reinaldo Iturriza es importante destacar que en Venezuela el estado de excepción, en su modalidad de estado de alarma, ha contado con el apoyo mayoritario de la población.

Lo plantea de la siguiente manera:

«El Presidente ha actuado, sin duda alguna, con mucho sentido de la oportunidad, actuando firmemente y a tiempo, antes de que el virus se propague, como ha sucedido en otras latitudes. Me parece que predomina la percepción de que, en este caso, el Presidente no está actuando como el representante de una parcialidad que busca sacar provecho de la situación, sino como la autoridad de todos los venezolanos y venezolanas. Y lo ha hecho nada más y nada menos que velando por la salud y la seguridad de toda la población».

Llama la atención sobre el hecho de que, desde Venezuela, «estamos viendo cómo en muchos lugares del mundo, guardando las debidas distancias, ocurre ahora lo que hace al menos un lustro sucede en nuestro país; mientras que, justo ahora que prevalece el caos global, en nuestro país hemos sido capaces de controlar la situación». Aclara que eso no quiere decir que nuestros gravísimos problemas han desaparecido súbitamente. Pero sí sugiere que una firme actuación de las autoridades, sumada a la voluntad de las mayorías populares, pueden hacer la diferencia.

Señala que la actual es una oportunidad para que el Estado venezolano redoble la iniciativa en todos los órdenes, siempre en provecho de la sociedad en su conjunto y con la mayor participación de las mayorías populares. «Es una oportunidad para que, de la misma forma como lo han hecho para enfrentar la pandemia, las autoridades se pongan al frente de la situación, informando pormenorizadamente sobre las medidas económicas y de todo tipo, que tendrán que tomarse no sólo para contener el virus, sino para erradicar los privilegios, combatir las injusticias, la pobreza, la desigualdad».

TORPEDOS CONTRA UN ACUERDO POLÍTICO

En medio de la crisis pandémica, el gobierno de Estados Unidos, lejos de detener su política de conflicto y agresión a otros países, ha optado por aprovechar el momento, en el más claro estilo de la «doctrina del shock», para incrementar su estrategia de «presión» sobre los países que considera «enemigos», particularmente Irán y Venezuela.

El 26 de marzo anunció un nuevo conjunto de designaciones y sanciones contra personas y entidades iraníes. Igualmente, el mismo día, el Departamento de Justicia estadounidense anunció que ofrecía una «recompensa» de 15 millones de dólares por la captura del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y 10 millones por cada uno de otros cinco funcionarios y exfuncionarios del Estado venezolano.

Iturriza señala que esta acción hay que verla en el contexto de que en Venezuela ha venido creciendo el consenso entre distintos sectores nacionales, incluyendo una parte de la oposición, de lograr un acuerdo político que permita desbloquear al país para poder enfrentar en mejor posición la crisis sanitaria global. Destaca que Washington actúa justo en el momento en que la secretaría general de Naciones Unidas se ha pronunciado solicitando a los países del G20 que activen la ayuda a las naciones más débiles, y ha incluido a Venezuela en la lista de países susceptibles de recibir apoyo internacional. Además, la Unión Europea ha expresado que acompaña la petición de Venezuela y de Irán al fondo Monetario Internacional para acceder al programa de financiamiento que se ha ofrecido con motivo de la pandemia.

«Yo creo que este zarpazo del gobierno estadounidense es una señal de que están leyendo estos signos y están sentado posición de la manera más brutal y más grotesca posible. Pateando la mesa una vez más, de manera de conjurar cualquier posibilidad de acuerdo», sentenció.

Agregó que estas acciones son también señal de que Estados Unidos ha venido perdiendo, cada vez más, el liderazgo político internacional. «Son como bandazos que va dando la primera potencia mundial en la medida en que se produce su declive; Estados Unidos, en lugar de ponerse al frente del esfuerzo, lo sabotea permanentemente y de la manera más criminal».

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