Golpe de Estado en Bolivia: La tiniebla encendida

Juan Alberto Sánchez Marín

El problema no es que hayan tumbado a Evo Morales, sino que pronto Bolivia sentirá cómo vuelven de la sombra los dictatoriales gobiernos militares del pasado.

Tumbaron a Evo Morales, sí. Y al vicepresidente García Linera, sí. Y a la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra. Y a todo el gobierno. Y a todos los militantes y partidarios del Movimiento al Socialismo, MAS. E irán por los que aún queden adonde fuere y por lo que ellos han representado en donde algo quede. 

LA AUTOPROCLAMADA II

Sí, tumbaron a Evo y al gobierno legalmente elegido. Y cuando a los golpistas no se les ocurría a quién poner ni adónde, la muy ladina Jeanine Áñez los sacó del apuro y en un santiamén se autoproclamó presidenta del país, sin juramento, sin el debido quórum de la Asamblea Legislativa Plurinacional, y, por supuesto, Biblia en mano.

Otra golpista autoproclamada que se agrega al descolorido Juan Guaidó. Éste, por lo menos, era presidente de la Asamblea Nacional cuando se trepó a un carro para hacerlo. La señora Añez sólo es la segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores.

Lo que sí es regla cuantitativa para estos golpistas de farsa es no superar la barrera de los cien mil votos: Guaidó se creyó presidente con 97 492 votos; Añez se lo cree con 91 895. Cero y van dos en menos de un año en América del Sur. Ambos mandatos, igual de abusivos y hueros.

La autoproclamación de Añez es tan burda que hasta El Nuevo Herald, el periódico predilecto de la gusanera cubana de Miami, la llamó presidenta autoproclamada. Claro, el periodismo militante de CNN no llegó a tanto y con zalamería la denominó, desde el primer momento, presidenta interina. No esperaron siquiera solicitud perentoria de la Oficina de Prensa de la Casa Blanca en tal sentido.

¡HÁGASE LA PAZ, SIGA LA REPRESIÓN!

La autoproclamada y los líderes opositores hablan de pacificar el país. Y tiene claro que lo harán a sangre y fuego. ¡Cómo no van a poder pacificarlo si ellos son quienes lo han venido incendiando día tras día! ¡Cómo no van a pacificarlo con policías, militares y paramilitares cazando a quienes protestan!

Quedan ahora en la ruta hacia el poder dos maleantes sin mucha forma ni fondo: uno, Luis Fernando Camacho Vaca, que tiene la virtud de ser desconocido, pero que todos saben de las salvajadas que es capaz; el otro, Carlos Diego de Mesa Gisbert, con la gracia de ser conocido y que, por lo tanto, todos tienen claro cuán incapaz es.

¡Cayó Evo, al fin! Y con él cayeron los artífices de un desarrollo antes inimaginable para Bolivia y de una inclusión y unos avances sociales de los que se admiraron, incluso, organismos e instituciones nada afines en ideología o política a lo que representó el gobierno recién derribado.

Se fue el gobierno de los indígenas, que son más del 60% de la población, aunque The World Factbook (El Libro Mundial de Hechos) de la CIA los sitúe apenas en el 20%. Arriban a despachos y pasillos gubernamentales los “cambas” de Oriente, notablemente encauzados por blanquitos descendientes de migrantes europeos, entre otros, alemanes, austriacos, serbios, croatas, claro está, españoles, y hasta Old Believers (viejos creyentes ultraconservadores) rusos. No es sino atar cabos.

El vacío de poder se ocupará a codazos. La cola es larga porque en la pequeña élite son muchos los que quieren deshacer lo hecho y desandar lo andado como país, y muchos quienes ambicionan reactivar, trece años después, los malogrados negocios particulares.

UN VIAJE AL PASADO

El problema no es que hayan tumbado a Evo, a García Linera y al gobierno en pleno, sino que pronto el país sentirá cómo vuelven de la sombra los dictatoriales gobiernos militares del pasado, con sólidos vínculos nazis, como los de Barrientos, Bánzer o García Meza. O reaparecen como espectros los tiempos de Sánchez de Lozada, con sus guerras (del gas) y masacres (de octubre).

Grave no es que se vaya a acabar la enorme riqueza de hidrocarburos y minerales con la que cuenta Bolivia, lo que no va a pasar, sino que volverá a estar en unas pocas manos, y que los beneficios serán espantados del ámbito social.

El gas, digamos, que ahora es un recurso de todos los bolivianos, hará de nuevo parte de los activos de la ilustre familia Camacho, de Santa Cruz de la Sierra. Sí, la familia del líder golpista recién bendecido, que a los pies de Cristo Redentor no ora tanto por la vuelta de Dios a Palacio como por la del gas a sus bolsillos.

Y ni siquiera todo esto es lo más patético. Lo trágico es que luego de la apresurada depuración ideológica, política y económica, los esfuerzos se dirigirán a arrancar de raíz aquella ilusión determinada constitucionalmente y que se refiere a la construcción colectiva de un “Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario”.

Hace rato, es verdad, que las élites clasistas de Bolivia intentan eliminar del ambiente la concepción del estado unitario; nunca admitieron lo social ni los asuntos del derecho comunitario. Fueron primero por los símbolos y ya vienen por lo simbolizado. Anularán ahora lo que huela a plurinacional de la Constitución, y del ámbito jurídico-político esfumarán la Constitución que rige en la actualidad.

BIBLIAS PARA UN GOLPE

Un golpe de estado de superhéroes bandidos y chocantes, mercaderes que se creen cruzados y militares que proclaman como comandante general al Dios de Israel, pero no un dios cualquiera, sino el Jehova de los ejércitos (Isaías 37:16), específicamente, Jehova Gibbor (Dios fuerte y guerrero).

Un “Macho Camacho” (personaje de guaracha portorriqueña), un Carlos Diego (personaje de telenovela mexicana), un Kalimán (jefe de las Fuerzas Armadas de historieta), y un Barrenechea (que berrió porque su policía golpista podía ser rebasada por las víctimas).

El político de extrema derecha, Luis Camacho, ha sido el principal impulsor de un golpe de estado que se escuda en la acusación de un fraude que nunca demostró en una contienda electoral en la que no participó.

Un Camacho grotesco que haría soltar carcajadas de no ser por la temible aventura que sus convicciones e ideario suponen para el país y para la mayoría de los bolivianos. Un individuo cuyas ansias de poder son tan mal disimuladas tras la voluminosa Biblia que porta como evidentes lucen ante las cámaras.

MESA SIN MANTELES

Carlos Mesa, el otro opositor golpista, dijo desconocer la legitimidad de la candidatura de Evo Morales, pero participó en la disputa electoral, y, como él y todos lo sabían, perdió. Entonces, se dedicó a exigir cosas inauditas que insólitamente le fueron siendo concedidas, y que, a medida que el Gobierno se las otorgaba, él una a una las fue rechazando. Negación tras negación, hizo manifiesto que sus propósitos no eran otros que secundar el golpe.

Pidió una auditoría internacional, y cuando la obtuvo no la aceptó. Demandó una segunda vuelta, que rechazó cuando el presidente Evo admitió, incluso, el insostenible dictamen de la OEA. Se sumó, eso sí, algo tarde al pedido de renuncia del presidente Morales, y cuando el presidente y el vicepresidente y la cúpula del gobierno renunciaron no supo qué pedir ni qué decir.

Pero Camacho sí lo supo y lo dijo: “Mesa busca ‘su propio interés’” (o sea, una segunda vuelta, que habría dejado a Camacho por fuera). Nosotros (“yo”), expresó Camacho, “queremos un nuevo proceso eleccionario» (o sea, otras elecciones en las que él pudiera participar). Y por ahí iremos.

Mesa volvió a exhibir aquello que lo distinguió en los días de efímero presidente: una persona indecisa hasta con sus dudas y a la que las certezas le llegan tarde. El mediocre candidato empañó aún más la mala imagen de expresidente ganada con un mediocre gobierno. Un paceño que retornó del desprestigio para hacer de idiota útil de peligrosos intereses cruceños. Y rápido será el estorboso mueble viejo que Camacho hará a un lado. Por lo pronto, le desocupó varias gavetas.

LA PALABRERÍA NO TAPA PALABRAS

Los cívicos piden ahora una transición democrática. ¡Vaya chiste! Primero: ¿qué diablos creerán que quiere decir la palabra civismo? Hasta donde dice el diccionario de la RAE, es el celo por las instituciones e intereses de la patria. O se refiere al comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.

Bueno, hasta donde lo muestran, incluso, aquellos medios que traslucen su afán por limpiarles la cara, los cívicos muchachos de Santa Cruz y el resto de la Media Luna han dado repetidas y desaforadas muestras de vandalismo, racismo, destrucción y violencia.

Segundo: ¿adónde carajos fue a dar esa cosa llamada democracia, que quienes han ejecutado un golpe antidemocrático y feroz abogan ahora por una transición democrática? La democracia es una vía en un solo sentido: del centro (derecha) a la ultraderecha. Todo vale para lograr que las sociedades se muevan en esa dirección, desde magnicidios y sabotajes, hasta masacres y golpes de estado.

Los delincuentes son los grupos que tratan de hacer valer el voto popular sobre las pavesas de la democracia de papel recién quemada. Se denominan “actos vandálicos” a las protestas contra la descarada usurpación del poder en el país.

Por más que los discursos lo nieguen, los medios dominantes lo disimulen o los expertos lo acicalen y excusen, el golpe contra Evo fue un desvergonzado golpe de estado y el resultado de la injerencia brutal de Estados Unidos, alentada, gestionada y financiada por la tríada de senadores estadounidenses con alias latinos: Ted Cruz, Marco Rubio y Bob Menéndez.

EL DEBER INCUMPLIDO, MI GENERAL

La matriz mediática puesta en marcha por los golpistas bolivianos y la prensa dominante en cuanto a que Evo Morales renunció a la presidencia tiene el mismo corte embustero y repulsivo de la teoría puesta en circulación por la Junta Militar golpista encabezada por Augusto Pinochet, en Chile, hace 46 años, que afirmaba que Salvador Allende se había suicidado.

No se llama renuncia a la dejación forzada de un cargo o a la dimisión ante la disyuntiva de que asesinen a la familia o acribillen a los copartidarios. Como nadie se suicida con dos disparos percutados con dos armas distintas o con una pistola empuñada, por primera vez, después de muerto.

“Ahora sí está usted en la potestad constitucional -conminó al traidor general Kaliman, luego de que el presidente fuera forzado a renunciar, la senadora que horas después lo suplantaría-, conforme el Artículo 244 y el Artículo 6, incisos E y G, de su Ley Orgánica de la Fuerzas Armadas, de mandar a sus funcionarios a la calle para que le colaboren a la Policía”.

Otra tergiversada interpretación del Artículo 244 de la Constitución, que por ninguna parte habla de que las Fuerzas Armadas apoyen las acciones vandálicas y de intimidación de la Policía, y, en cambio, sí es categórica al establecer que las Fuerzas Armadas tienen por misión fundamental “garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido”. Lo que solamente cumplieron cuando ya no había Gobierno legal que preservar.

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