[OPINIÓN] ¿4 millones de oligarcas se fueron del país?

El tema migratorio ocupa los titulares de las corporaciones mediáticas que alimentan el sentido común de lxs ciudadanxs venezolanxs y latinoamericanxs. El gobierno colombiano, por ejemplo, afirma que cerca de 15.000 venezolanxs se están quedando en Colombia mensualmente. Consultoras, encuestadoras, centros de investigación e informes de organismos multinacionales coinciden en que la migración venezolana supera las 4 millones de personas en las últimas tres décadas.

Las corporaciones mediáticas gustosamente exprimen estas cifras como prueba «irrefutable» de la crisis humanitaria que atraviesa Venezuela, para lo que emplean el peligroso eufemismo de intervención humanitaria como salida a la crisis. Frente a esto, vocerxs del gobierno bolivariano, denuncian las intenciones del circo mediático que busca justificar una intervención militar encabezada por Estados Unidos, con suficientes y notorias evidencias expresadas en las más recientes amenazas recibidas por representantes del gobierno norteamericano.

Pero tampoco es menos cierto, que el discurso del gobierno bolivariano se ha centrado en la desestimación de la migración e incluso en la satanización de lxs migrantes. Lejos de explicar, analizar a profundidad y solventar la situación, estas declaraciones enlodan aún más la percepción y siembran un creciente malestar entre quienes han optado por el camino de la migración, sumado al silencio y la ausencia de cifras oficiales que impiden acercarnos con mayor responsabilidad al fenómeno; vacío que rápidamente ocupan los tendenciosos informes que consultoras, organismos y gobiernos enemigos de la revolución redactan y publican prolíficamente.

La tendencia migratoria venezolana cambió de tendencia a principios de la década de los ’80,  augurando el inicio de la noche neoliberal. Con la inmensa fuga de capitales empezaron a irse integrantes de las clases altas, a lo que sucedió el éxodo de las clases medias-altas y más recientemente de amplios sectores medios de profesionales que fueron atraídos por regiones metropolitanas ávidas de fuerza de trabajo calificada, formada por el estado venezolano en un sistema educativo predominantemente público y que en los últimos años viene fortificándose con las políticas de la revolución.

Actualmente el fenómeno parece agudizarse no solo en las capas profesionales, en una dinámica de fuga de cerebros apetecidos por naciones que vienen reduciendo su gasto público en educación universitaria, sino sorprendentemente en sectores de las clases populares que actuarán como una de las fuerzas de trabajo más baratas de la región; fuerza de trabajo depreciada por la agresión y crisis que se viene consumando en nuestro país, a partir de un proceso inflacionario que degrada el salario de los trabajadores en favor del incremento exponencial de las tasas de ganancia de industriales, banqueros, comerciantes y grupos de burócratas que han devenido en una nueva clase privilegiada aliada de la burguesía tradicional.

Buena parte de la responsabilidad del fenómeno migratorio podría endilgársele a razones puramente económicas, provocada por la instalación fraudulenta de una tasa de cambio paralela que ha desvalorizado dramáticamente la moneda venezolana y que impuso el mecanismo de las remesas como segunda fuente de divisas, por lo que la rentabilidad producida a partir del cambio de divisas parece sostener a más de 10 millones de personas residenciadas en nuestra nación y castigadas por la inflación creciente. Desconocemos la dinámica de esta nueva ola migratoria en tanto ignoramos la tasa de retorno y su permanencia, determinada por las posibilidades de legalización y de incorporación exitosa como fuerza de trabajo en las naciones receptoras, torpedeada por una xenofobia creciente que se conjuga con un «racismo ideológico» contra la Venezuela Bolivariana que ha venido denunciando el Presidente Maduro.

Por otro lado, las distorsiones estructurales provocadas por el capitalismo rentista aún hegemónico,  exacerbadas en la actual coyuntura, impiden la absorción de esta fuerza de trabajo por un aparato productivo deprimido, que además muestra pocas señales de recuperación. La perspectiva de recuperación económica parece nublarse, no solo por la batería de sanciones que potencias extranjeras vienen imponiéndole a Venezuela, sino por la parálisis que padece la acción de gobierno frente a la depravación de la burguesía. Esta percepción negativa del futuro, en parte real y en parte inducida mediáticamente, impone la frustración y el escepticismo en una población determinada ideológicamente por una visión aspiracional del bienestar y la concepción del éxito estrechamente vinculada al individualismo, el consumismo y el bienestar material al mejor estilo del american way of life, en una coyuntura donde impera el darwinismo económico frente al socavamiento material de la población.

Lo cierto es que ya vemos a vecinxs de nuestros barrios, a miembros de nuestras familias, a amigxs cercanxs en los salones de clases, en las esquinas, en lugares públicos no solo discutir sobre la situación, sino incluso ya lxs vemos optando por el camino de la migración a causa de la precariedad, la desesperanza, la alienación…, pero sea cual fuere su motivación, no podemos ignorar la gravedad del problema que debe convocar al Gobierno, a la Asamblea Nacional Constituyente, al Partido y al Poder Popular a atender estructural y consecuentemente un fenómeno que nos está llevando a despilfarrar el bono demográfico que le ofrece a Venezuela la oportunidad de su desarrollo integral, material y cultural como nación.

El Comandante Chávez solía comentar las palabras de Fidel Castro luego de un episodio electoral en la que la oposición sacó cuatro millones de votos: «Chávez, en Venezuela no puede haber cuatro millones de oligarcas». Parafraseando al Comandante Fidel nos preguntamos ¿Son oligarcas los 4 millones de venezolanxs que han migrado?.

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