[OPINIÓN] Del martirio al protagonismo

Carlos Dürich

Panorama: En algún momento parece que nos rompieron los sueños, que los cambiaron por cristales brillantes, que nos confundieron con el juego entre los derechos y los privilegios. Nos vendieron el cuento viejo de la autorregulación del mercado, cuento no sólo viejo sino extinto entre las salas de debate, totalmente desvirtuado y desmitificado. Y como poco leemos a Marx, terminamos repitiendo la historia, esta vez como un cóctel de tragedia y farsa.

Primero como tragedia, en las manos de incrédulos e inhumanos expertos, que convencidos del recetario económico de manuales ya disueltos y desechos en el tiempo, juegan en la cocina de sus conciencias a la mezcla de ingredientes. Un poco de privatización por acá, más encaje legal por encima, una fuerte dosis de explotación. Después, mezclando con fuerza totalitaria y cocinar a fuego lento con flexibilización cambiaria, sin dejar que en el horno entre el indeseable soplo del estado social de derecho y justicia, porque se puede llegar a pasmar el crecimiento económico.

Al final, se deja reposar, sin intervención del Estado y mucho menos exigencias proletarias. Luego, se sirve acompañado de aporías ideológicas y cinismos realistas, ¡y listo! Tenemos un perfecto trozo del nuevo Estado neoliberal de amparo social.

Después de 7 años de la siembra del presidente Chávez parece que la repetición de su lucha contra el imperialismo vuelve a nosotros esta vez como farsa. No pudimos defender y ejecutar «el golpe de timón», y de forma falaz y mal intencionada nos han vendido «el gran viraje». Con el ejemplo de la resistencia, nos dan gato por liebre, nos convencen de que lo que nos dan es el nuevo modelo de desarrollo, con posibilidades de participación de todas y todos, bajo el amparo de un tiempo cercano de realización del sueño bolivariano.

Pero del otro lado, nosotros, con el gato muerto entre nuestras manos, no entendemos nada, o nos hacemos los que no entendemos. Vemos cada día más robo, menos capacidad de seguirle el ritmo al mercado, menos posibilidad de emprendimiento, y peores condiciones de vida. De nuevo escuchamos al vendedor: «es el imperio, es el bloqueo, las sanciones, las iguanas, las lluvias, un castigo divino, una maldición de nuestra sangre, el paternalismo, el clientelismo, la historia…».

De nuevo nosotros miramos al gato, y nos sentimos culpables, «en ese punto nos vuelve a parecer liebre», sentimos que quejarnos está de más, resulta moralmente incorrecto. Sólo viene a nosotros nuestra vieja práctica cristiana, como desde el fondo de nuestro corazón, surge enarbolando con flores oscuras el martirio, el aguantar y soportar, el dar testimonio de fe en nuestros profetas del sacrificio.

Y cada vez es más obvio que el gato es liebre, y cada vez es más obvio que las empresas estadounidenses mixtas o no tan mixtas de la faja, son parte del martirio, porque no hay martirio sin desproporción en los pesares de la vida. Después de todo si las expulsamos, estaríamos expulsando nuestro martirio. De la misma forma, si luchamos radicalmente contra la corrupción, contra la ineficiencia y la falta de empatía para con el pueblo, estaríamos quedando sin martirio.

Pareciera que nos hemos acostumbrado a este martirio, a callar y recibir el siguiente golpe, a aplacar nuestros moretones con templanza, a no mostrar dudas en nuestra fe. Después de todo, es un periodo coyuntural en nuestras aspiraciones y según algunos no hay victoria sin sufrimiento.

Lo anterior parece una metáfora polémica, pero real. Como marxista, no me agrada mucho la teología como escenario de ejemplos, pero en este caso genera una reflexión interesante si continuamos hablando del martirio, que dicho sea de paso parece la posición de nuestra izquierda.

El martirio revive el testimonio del mártir en la cruz, revive su camino y su proceder de purga y saneamiento. Igual que el nuestro, para purgar el capitalismo y el individualismo de la sociedad en su conjunto o para purgar el rentismo y el clientelismo de nuestro proceder político. Pero el paso de mayor importancia radica en el momento en que el mártir en la cruz exclama: «Padre, ¿por qué me has abandonado?» Suspira y muere, y es exaltado.

De la misma forma, en nosotros, el martirio tendrá un límite, tendremos que admitir la duda en nuestra fe. Exclamaremos también por el abandono, y de la misma forma que los cristianos encontraron el nuevo respaldo en la comunidad que promueve la nueva fe, nosotros debemos hacer lo mismo, encontrar nuestra nueva fe en la comunidad donde esta ha calado, no en ningún Dios, y permitaseme la expresión, en ningún gobierno o partido.

Sólo en el pueblo radica la fe en el mismo pueblo, no es el gobierno o el partido los que han recorrido el camino del martirio para dar testimonio de su fe en un proyecto. En el momento en que reconozcamos el abandono del gobierno y del partido, lograremos encontremos la auténtica salida, en la comunidad y en el pueblo, y desde allí empezaremos a gestionar lo político y lo económico, sin recetas infalibles ni demagógicos finales felices. Pero sí definitivamente como protagonistas.

Termino esta reflexión, afirmando la máxima «sólo el pueblo salva al pueblo». Reconozcamos con quiénes está nuestra fidelidad.

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