[OPINIÓN] Este 1 de Mayo

Victoria Sendón de León / Tribuna feminista

Victoria Sendón de León, investigadora académica y escritora feminista, genera en el siguiente artículo una importante reflexión sobre la invisibilización laboral de las mujeres y su exclusión del marco de las históricas reivindicaciones obreras.

Consideramos que sus polémicos planteamientos son insumos fundamentales para el debate actual en la lucha por la construcción de una sociedad anti-capitalista y anti-patriarcal del movimiento feminista radical.

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El 1 de mayo de 1886, en Chicago, los trabajadores de las fábricas iniciaron una huelga a fin de conseguir la jornada de 8 horas. El día 4 tuvo lugar la “revuelta de Haymarket”, en la que la policía cargó y murieron muchos de los huelguistas, pero a finales de ese mismo mes los empresarios y la mayoría de los gobiernos no tuvieron otra opción que conceder dicha jornada, lo que originó una respuesta masiva de afiliación a los sindicatos, que hasta entonces no habían tenido mucho predicamento. La inmensa mayoría de aquellos huelguistas supongo que eran varones.

Han pasado 134 años desde aquel 1 de mayo, los suficientes para que los llamados sindicatos de clase se hayan acomodado a los imperativos del mercado, dejando en el camino a gran parte de la ciudadanía, que ya no es, lamentablemente, la clase obrera, sino una clase precaria, amenazada de ruina en cualquier momento, mientras una exigua élite, cada vez más poderosa, parece que puede llegar a dominar el mundo y destruir la vida en la Tierra. Pero hoy, especialmente hoy, nos preguntamos qué han hecho esos sindicatos por las mujeres.

A lo largo de todos estos años, casi siglo y medio, los sindicatos de clase no se han preocupado especialmente por las situaciones específicas de las mujeres, ni siquiera de las trabajadoras, que somos todas, ya que una gran mayoría ha estado excluida del trabajo asalariado, puesto que el sistema patriarcal y el capitalista consiguieron recluirnos en la retaguardia del hogar, que, en realidad, es donde se hace posible la vida, empezando por la reproducción de seres humanos, el mantenimiento de los cuidados y todo el ambiente afectivo que cualquier ser humano necesita para ser tal. Hemos sido utilizadas y explotadas, al igual que las riquezas de la Tierra, origen y mantenedora de nuestra especie humana.

Sí, han pasado 134 años desde aquel 1 de mayo y las mujeres todavía no hemos conseguido siquiera aquella jornada de ocho horas, porque nuestra jornada de trabajo es de todo el día durante todos los días del año. Está claro que a los sindicatos les interesaba mucho más la lucha obrera y los grandes movimientos de masas que podían suponer las grandes fábricas. Y ahí se centraron, en esa población obrera asalariada, olvidándose de las “amas de casa”, que jamás han recibido un salario por su desmedido trabajo durante toda una vida, sin vacaciones ni jubilaciones, que cuando se quedan “viudas” han de sobrevivir con pensiones miserables como herencia del muerto; las “madres solas” con sus criaturas, para quienes el mundo no estaba pensado; todo un ejército de mujeres empleadas en “trabajos domésticos”, excluidas de muchas prestaciones sociales e incluso  sin derecho al paro; las mujeres “inmigrantes”, con dificultades añadidas, que necesitan más que nadie una protección legal y un acogimiento afectivo para su integración; las “empleadas” en general, que reciben más bajos salarios que sus compañeros por la clasificación misma de los oficios o empleos, un artilugio añadido para mantener la brecha salarial; “las jóvenes”, muchas de ellas con una formación mayor que la de sus antecesoras,  y que sólo encuentran trabajos mal pagados, sin prestigio o de becarias eternas; las “profesionales”, para quienes los modelos de empresa o de las instituciones dinásticas masculinas les impiden acceder a puestos de poder real,  sin olvidar a las “trabajadoras de la cultura”, quienes aportan lo mejor de sí mismas y de su creación para nuestro disfrute estético y la evolución misma  de la sociedad; las “mujeres del rural”, lejos de todo y más necesarias que nunca; las “víctimas de trata y de prostitución”, que han de ser rescatadas de su esclavitud y devueltas libres a la sociedad; las mujeres “mayores”, arrumbadas en residencias para “viejos” como carne de cañón de suculentos beneficios privados, en lugar de poder elegir entre nuevas soluciones habitacionales para los últimos años de una vida que merece ser digna hasta el final.

Pues bien ¿quién se ocupa y defiende frente a la empresa y el Estado a tantas mujeres en semejantes situaciones? Que sepamos, no los sindicatos, desde luego. Está haciendo falta una potente organización que lo haga, que tenga la suficiente representatividad antes las instituciones. Y está haciendo falta, cómo no, que los Servicios Públicos sean tales y no privatizados para ganancia de unos pocos, incluidos los beneficiarios de las puertas giratorias. Esta pandemia, o lo que sea, ha venido para abrirnos los ojos y contemplar cómo nuestros mayores morían como chinches, abandonados en residencias, cuyos gerentes ganaban casi medio millón de euros al año. Hemos visto la escabechina en Madrid, producto de los recortes en todo lo público y las externalizaciones a los amiguetes.  Hemos visto tantas cosas que seguro tendrán que revertirse sin beneficiarios económicos como en la crisis de 2008 de acuerdo con las doctrinas neoliberales. Es necesario el compromiso decidido de unos Servicios Públicos, propios de un Estado Social y de Derecho, sobre todo en Educación, Salud y Cultura, así como un sentido potente de comunidad. La nueva sociedad consciente luchará sin duda para que los bienes básicos comunes no puedan ser jamás privatizados.

Ya que en los sindicatos no existe ni de lejos una perspectiva sobre las situaciones aquí expuestas, tendremos que recordar que una larga experiencia nos avala a las mujeres para concluir que nosotras hemos de cuidar de nosotras y de nuestra Madre Tierra. Nuestra memoria ha sido ocultada, por eso rescataremos nuestra verdadera presencia en la Historia desde las escuelas a las universidades; nuestra genealogía ha sido truncada, pero la volveremos a recuperar junto con nuestra autoridad ancestral.

Nosotras, las mujeres, hemos sido durante siglos apartadas de la ciencia y del pensamiento, pero es ahora, que estamos al borde del dominio por parte de la tecnología más agresiva, cuando las mujeres hemos de estar a la vanguardia de la nueva ciencia y de la ética del cuidado para que un patriarcado de nuevo cuño no retorne a dominarnos definitivamente. Si casi todo va a depender de una Inteligencia Artificial, cuyos algoritmos pueden responder a inputs con sesgo sexista, racista, xenófobo, homófobo, clasista y otras discriminaciones varias, toda la lucha desde las Sufragistas no habrá servido para nada. ¿Están teniendo en cuenta esta nueva situación los sindicatos?

Siguiendo a nuestra pionera Mary Wollstonecraft, habrá que recordar, a quien tenga oídos para oír, que “sin derechos no puede haber obligaciones”. Durante siglos y milenios, las mujeres hemos tenido muchas más obligaciones que derechos, pero esto no podrá continuar así. Las mujeres nos hemos hecho adultas y hemos despertado. Y este 1 de mayo queremos decirles a los sindicatos que no están a la altura. Este 1 de mayo puede suponer el inicio de un largo camino para recuperar los 134 años de abandono por su parte. Afortunadamente, las mujeres sabemos cuidar de las mujeres y hemos aprendido a organizarnos. Aquí estamos.

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