[OPINIÓN] Un reencuentro inesperado

Por Jessica Dos Santos Jardim.-

Hace unos meses, empecé una suerte de transformación personal que me ha llevado a debutar en algunos terrenos extremadamente movedizos, volver sobre los pasos que algún día di sin detenerme a mirar el camino, soñar con nuevos rumbos, pero, principalmente, recordar por qué estoy donde estoy.

Mi “búsqueda” es bastante cliché y por supuesto empezó por razones muy previsibles: problemas económicos, una ruptura sentimental, disputas familiares, ergo, “vacío existencial”.

Esto ha implicado lo que implica casi cualquier búsqueda de este tipo: la necesidad imperiosa de un cambio externo (desde algo tan tímido como pintarme las uñas de amarillo, pasando por cortarme el cabello, hasta abrirme un piercing), lecturas nuevas (ese momento en el que decimos: “Marx, échate para allá un rato, que yo hoy necesito es algo de autoayuda, chico”), cambios en los hábitos alimenticios (¿y qué tal si me hago vegetariana?), distanciamientos necesarios (ya saben: es que muchas cuentas en instagram me sugieren alejarme de la gente “tóxica”). Y, naturalmente, las definiciones espirituales-religiosas de rigor.

Por esta razón, terminé inscribiéndome, junto a mi mejor amiga, en un Instructorado Internacional de Yoga de 200 horas. Hace un buen rato que soy practicante de yoga y la verdad: amo serlo. Sin embargo, este curso se divide en varias cátedras incluyendo eso que llaman “filosofía” y “religión”.

En medio de algunas de estas clases, han surgido planteamientos del tipo “es que la gente está jodida porque no sabe ser agradecida”, “no entienden que no necesitamos nada externo para ser felices”, “todo lo malo que nos ocurre es una lección divina”, “no debemos empeñarnos en cambiar las cosas sino en aceptarlas” Un sinfín de recetas vacías e individuales.

Yo, que me caracterizo por ser una máquina de muecas andante, empecé a sufrir transformaciones faciales. Mi amiga, cagada de la risa, se vio forzada a mandarme mensajes de whatsapp: “negra, cambia la cara”.  Los días fueron pasando. Nunca lo conversamos. Pero cada clase me generaba un choque mayor en mis adentros. Hasta que un día, estallé:

–          A ver, marica, ¿esta gente nos está diciendo que no existen sistemas políticos, sociales, económicos, tan siquiera gobiernos, que definen al menos un poquito lo que vivimos en este plano terrenal? ¿Debemos es “aceptar” que estamos jodidos, y “agradecer” las desigualdades porque “nos forjan como seres humanos” en vez de luchar por concretar las transformaciones sociales necesarias? Pero, además, nos pintan todo como un peo individual, o sea, una cosa es debatir que quizás existe eso que llaman gente “tóxica” y otra militar en el “sálvate tú y que se jodan todos los demás”. Yo no estoy de acuerdo con esta mierda – le dije a mi amiga, como quien escupe algo que estaba a punto de ahogarla.

–          Yo creo que todo esto es culpa de Chávez – me responde ella.

Yo, por un momento, temí que mi amiga hubiese enloquecido. “Mierda, le lavaron el cerebro”, pensé. Hasta que la escuché argumentar:

–          Una tiene vacíos e intenta llenarlos, pero resulta que ya no podemos llenarlos como la gente no politizada. Por eso, a nosotras no nos salva ni el coach más arrecho del mundo, porque en realidad necesitamos es sentir que estamos haciendo algo por cambiar lo que nos parece injusto, aunque eso implique ir contra la corriente.

En este instante, sentí unas enormes ganas de llorar. Ella tenía razón: Nosotras tenemos políticas de vida definidas (no una vida dedicada a la política), convicciones inamovibles, conciencia de clase. Pero, todo eso se vio atravesado por  una daga casi letal: la muerte de Chávez y la crisis político-económico-social de Venezuela. En los años que han pasado desde su partida, tuvimos que pasar de la construcción a la resistencia. La gente se vio forzada a dedicar la mayor parte de su tiempo a resolver sus necesidades básicas, por lo que vimos debilitarse muchos espacios de militancia. De esa forma desaparecieron experiencias con las cuales habíamos, de una u otra forma, llenado nuestras carencias. 

Sin embargo, en aquel momento, también descubrí que lo sembrado sigue dando frutos: a nosotras, a la generación que se formó con Chávez, nada ni nadie nos va a llevar a creer que la disparidad social es un designio de las deidades ni que su solución es la introspección. Al contrario, sabemos tomar lo que nos sirve, darle la vuelta a lo que no nos termina de convencer, y luchar por crear cosas nuevas.

Todas las búsquedas son válidas, respetables, pero nos tocó admitirlo: para nosotras los vacíos no se llenan con filosofías baratas creadas para engordar el bolsillo de otros, sino con lucha. Quizás de las creencias espirituales haya que rescatar precisamente la esencia combativa que cada una tuvo en vez de las pretensiones de adormecimiento.

“Bienaventurados los pobres pero porque de ellos será el reino de los cielos, de la justicia social, de la paz, porque reirán de felicidad, porque lograremos la multiplicación de los panes y los peces, para que todos coman, se harten. Jesucristo luchó contra el imperio romano, hoy tenemos el imperio de los gobiernos yanquis”, decía Chávez. 

Fíjense: En las búsquedas sinceras, aun con desviaciones, uno siempre se reencuentra. Seguimos. 

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2 comentarios

  1. Una de las cosas que siempre les ocurre a los más jóvenes (tengo 49) es su falta de formación política revolucionaria. Lo que hoy vivimos es consecuencia de no haber aplicado las líneas programáticas a tiempo, Se le otorgó un período de gracia a la burguesía venezolana para que pudieran recomponer su fuerza política. La calle no es su fortaleza pero ya no la necesitan. Ellos sabían mucho antes que nosotros de las condiciones de salud de Chávez, lo que hicieron es acelerar el tiempo envenenándolo a través del arma más eficáz que tiene la burguesía: el dinero. Lo que hoy pasa lo podemos ver el famoso golpe de timón del 20/10/2012. Ese día marcó es el punto de inflexión. Todo lo que Chávez reclamó allí, no se había hecho, no se había avanzado en la línea programática. Hoy debemos revisar cuanto se ha avanzado en los reclamos de Chávez: Las respuesta es casi nada..allí está la clave Jésica. Puedes tener una idea y un plan brillante, pero si no lo aplicas o ejecutas en el tiempo y lugar correctos, éste pierde fuerza, pierde legitimidad y pierde apoyo..la fuerza política burguesa venezolana no está dentro del país. otro error. que se viene cometiendo. Los altos niveles de corrupción que hoy vivimos tienen su origen en la falta de un partido revolucionario. Una revolución necesita un partido revolucionario, donde está ese partido?

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