[REFLEXIÓN] La Casa del Costurero de Los Sueños Emancipatorios “Eulogio Paredes”

Un acercamiento a su historia local I.

Con este escrito damos inicio a una reflexión que siempre habíamos tenido pendiente, y que seguramente le estaremos dando múltiples interpretaciones. En ese sentido, estaremos produciendo una serie de escritos que pretenden ir sistematizando la historia de una organización social comunitaria que está en marcha, en construcción permanente, y que nos ha legado una experiencia sumamente enriquecedora. Practicando el hacer transformador, para reflexionar en profundidad, sobre nuestro propio andar, sobre la política regional, los escenarios nacionales y el contexto internacional, avanzar en la consolidación de un proyecto histórico que sea consecuente con las aspiraciones más sentidas por el pueblo humilde, entendiendo al mismo tiempo que esas dimensiones geográficas forman parte de un todo que es dinámico y complejo.

Hay que reconocer, que la historia local, su reflexibilidad y su permanente construcción colectiva es el ejercicio más potente para construir identidad, por tanto, es desde la identidad en permanente interacción con la acción transformadora las dos claves centrales para hacer comunidad. Lo comunitario es lo común, lo que compartimos y sentimos, lo que amamos y nos da emoción. Lo común es el ejercicio del cara a cara, es el ejercicio de la solidaridad práctica. Se construyen sujetos históricos también, desde lo comunitario, es decir, edificamos subjetividades solidarias que defienden el territorio, construyen proyectos comunes para el resguardo y el auto-cuidado, el acompañamiento, el abrigo del necesitado, el trozo de pan al hambriento y el vaso de agua al sediento. Hay finalmente un esfuerzo por defender la vida.

Muchas subjetividades, personalidades y emocionares confluyen en la Casa del Costurero, y desde ahí, desde el reconocimiento de la diversidad, partimos con la firme idea de consolidar un proyecto integral comunitario, que sirva de herramienta para realizar las aspiraciones colectivas de la comunidad y solventar necesidades reales sentidas por los vecinos de Santa Elena, ubicada en el Municipio Libertador del Estado Mérida. Teniendo en cuenta todo eso, haremos un recuento histórico de lo que ha sido esta lucha comunitaria, la cual tiene una raigambre de más de 40 años de lucha por la consolidación de un proyecto comunitario, que se ha valido de la cultura, como herramienta transformadora.

Es necesario, según el planteamiento anterior, abrir una página de reconocimiento al trabajo del Frente Cultural «Aquiles Nazoa», una agrupación coordinada por Eulogio Paredes, que se planteó la cultura como forma de resistencia, y que junto a «Cascarita», Atilio Avendaño, «Nato» Avendaño, Coromoto Zerpa, Lourdes Rodríguez, Alí Toro, «El Oso» Miguel, Gerardo Marquina, Santiago Puente, «Cheo» Rondón, «Goyo» Quintero, Eduardo Paredes, y tantos otros, sumaron esfuerzos para hacer organización por medio de la cultura, al mismo tiempo creyeron en una posibilidad diferente, desde la alegría, organizando permanente actividades comunitarias en el sector. Sobre ésta importante génesis de la organización comunitaria, hablaremos en otra entrega.

Volviendo al tema de la casa, encontramos que mucha gente se pregunta, si en la Casa del Costurero se confeccionan piezas de vestir, otros se preguntan sí ese nombre tiene que ver con alguna empresa que hace sábanas o cualquier tipo de lencería las cuales sirven para cubrir piezas del hogar. Para aclarar el panorama, en necesario afirmar que en la Casa del Costurero no confeccionamos piezas textiles, por el contrario, tejemos sueños emancipatorios, la Casa del Costurero tiene este nombre, porque ella misma, como espacio físico, tiene una raigambre histórica, es re-semantizada en este tiempo, a partir de su propio proceso vital. Veamos.

Esta casa, en los años 80′ y 90′ del siglo pasado, que para el momento era propiedad del señor Salomón Contreras, siempre prestó sus espacios para actividades comunitarias. Varias de ellas son emblemáticas, como por ejemplo, el funcionamiento del grupo ecológico Tatuy, y el ya mencionado Frente Cultural Aquiles Nazoa, los cuales operaban desde un pequeño rincón de la casa.

En otro de sus espacios funcionaba la escuela de labores, adscrita al ejecutivo estadal, en la que se impartían cursos de corte y costura; estos se desarrollaban en un gran salón que estaba equipado con máquinas de coser, teniendo gran impacto para la comunidad, por esta razón la gente del sector, identificaba ya para el momento a la casa como el costurero popular. Muchas mujeres de la comunidad participaron en estos talleres, con la intención de formarse en el oficio de la costura, para solventar la materialidad cotidiana de sus familias.

Con el pasar de los años, ya entrado el siglo XXI, la casa fue hipotecada por su dueño, y comprada por el Ejecutivo Regional (Gobernación del Estado Mérida), este espacio ahora en manos del gobierno regional, fue totalmente abandonado, por ello, las fuerzas vivas de la comunidad decidieron recuperarla y ponerla al servicio de la misma. Recordamos, que por medio de la Dirección de políticas Integrales de la Gobernación del Estado Mérida, se le estaba dando atención a una serie de ciudadanos en condición de calle, sin embargo, como el acompañamiento institucional fue prácticamente abandonado, la experiencia derivó en una situación conflictiva para la comunidad.

Fue así cuando los consejos comunales y algunas otras organizaciones del sector, comenzaron a organizarse, a aglutinar fuerza y preparar la recuperación de la casa, con el firme objetivo de desarrollar un planteamiento local para el autogobierno comunitario. Un debate que aún está vivo, y que sigue vigente, pues debatimos con la vieja cultura política, aquella del clientelismo, aquella que propició el control social por medio de la política paternalista del Estado rentista, cuestiones que estamos conscientes debemos superar.

La conquista y la construcción de este proyecto integral comunitario está enriquecido de múltiples anécdotas, vivencias y experiencias sobre las cuales tenemos que teorizar para re-conceptualizar nuestro propio devenir histórico local, para teorizar sobre nuestro propio andar, para construir conocimiento desde lo que nosotros mismos hemos sido capaces de construir en nuestra comunidad, en ese sentido, el anecdotario es infinito y forma parte no sólo del conocimiento, sino de la reflexión profunda, que como sujetos históricos debemos hacer.

Recordamos, por ejemplo, cuando soñábamos en tener un espacio comunitario en el que pudiéramos desarrollar un proyecto integral que incluyera a todas las voces de nuestra comunidad y que nos permitiera labrar una senda propia, donde no necesitáramos a los políticos de oficios, y pudiéramos construir libertad a partir de la comunicación, de la educación liberadora, del encuentro, de la generación de proyectos transformadores, donde el reconocimiento del otro partiera de la necesidad de aceptar que hay distintas maneras de mirar al mundo. Un proyecto en el que podíamos tender puentes comunicacionales, para poner en diálogo las similitudes éticas, aquellas que defienden la vida, y de esta forma avanzar juntos hacia la construcción de nuevas posibilidades.

La Casa del Costurero, ha sido fruto de múltiples luchas, procesos que se han venido dando a través del tiempo y que hoy día se traducen en la construcción de un proyecto integral comunitario, cada vez más incluyente, cada vez más democrático, cada vez más horizontal, plagado al mismo tiempo de profundas contradicciones, pero en esencia, un lugar en el que se reivindica la defensa de la vida. Para este proyecto comunitario, es importante defender la dignidad en el trabajo, es importante defender el derecho a la comunicación, a la educación liberadora, a la construcción de una paz social que tiene que ver con el reconocimiento de las múltiples visiones que existen sobre la ética y la política.

Dentro del anecdotario que tenemos por contar, recordamos aquellas luchas de niños, padres y madres aglutinados en un simoncito comunitario en el sector Santa Elena. Los niños y niñas estaban siendo desalojados por los dueños del inmueble (y aquí hay otro cuento, que después desarrollaremos), el cual se encontraba para el momento buscando posibilidades para el desarrollo de su práctica cotidiana. Encontramos la Casa del Costurero, vacía, era el año 2010. Así planificamos una marcha simbólica de niños y niñas, que no pasaban de los 4 años, con tambores, pitos, maracas, marchamos por toda la comunidad hasta llegar a la plaza Miranda de Santa Elena, lugar en el que se encuentra ubicada la Casa del Costurero, nuestra sorpresa fue, que al llegar a la casa, que para el momento estaba en manos del ejecutivo regional, encontramos apostados a sus afueras, un piquete anti-motín de la policía del estado Mérida.

Recordamos que aquella acción del Estado nos causó sorpresa, pues habían salido dolientes de un inmueble en absoluto estado de abandono, seguramente, decíamos que era interés de un burócrata, que no quiere hacer nada con ella y hacer todo lo posible para que ella le quede a él como bien personal. Especulaciones propias del movimiento popular. Sin embargo, los hechos no desencadenaron en violencia, pues en ese momento aquellos niños y niñas, junto a sus padres y madres, y quienes apoyamos esa lucha, no teníamos piedras, no teníamos palos, teníamos solamente una inquietud, y buscábamos posibilidades para su resolución.

Otra anécdota importante para nosotros, fue cuando tuvimos que ir a reunirnos con el director de políticas integrales, para ese entonces, año 2011, de la gobernación del Estado Mérida, para solicitarle muy respetuosamente, nos brindara la oportunidad de hacer uso de los espacios de la casa, para desarrollar un proyecto comunitario, en conjunto con los movimientos sociales del sector, los consejos comunales, y otras fuerzas vivas; para el momento la respuesta de aquel burócrata elegante y perfumado, fue decir que la comunidad no estaba preparada para asumir todo ese espacio, y que en reconocimiento de nuestra solicitud, nos daría una pequeña oficina, de 5 metros por 5 metros, la cual representaba un pequeño rincón de toda la casa. Salimos de aquella reunión un poco decepcionados, de brazos caídos, con los sueños por el piso, pues la actitud de aquel burócrata era determinante para el momento, mirando al movimiento popular con desprecio, e incapaz de asumir un espacio como el de la casa. Sin embargo, nos dimos cuenta, a partir de ese momento, que no pediríamos nada, y ganaríamos todo si asumíamos la lucha de conquistar el espacio, por ello, ganó fuerza la idea de tomar el cielo por asalto, y conquistar sueños a partir de la organización social y la posibilidad de edificar un proyecto integral en los espacios de la casa, que para entonces seguía en estado de abandono.

Fue significativa para nosotros, la vivencia ocurrida, cuando una noche en medio de una asamblea de ciudadanos, la gobernación del Estado Mérida envío a un emisario, quien posteriormente se convirtió en buen amigo nuestro, a que explicara un proyecto que la gobernación estaba construyendo para el abastecimiento de los comedores de todas las escuelas estatales del Estado Mérida. Escuchamos pacientemente la exposición de aquel compañero, y luego de culminada, le dijimos que ya era tarde, que la comunidad había decidido construir su propio proyecto histórico en esos espacios, y a partir de allí se inició un proceso de planificación participativa, donde se diseñaron desde el uso de los espacios, el fin de la casa, hasta la construcción del nombre que le daría identidad a la casa. Recordamos que en aquella discusión se hicieron varias propuestas que se pusieron sobre la mesa, para que fuera elegida en colectivo la que encontráramos más idónea para la casa, por ejemplo, surgieron planteamientos como el de casa Tatuy, casa Aquiles Nazoa, casa comunal de Santa Elena, casa Maestro Heriberto, todas las anteriores, propuestas hermosas.

Sin embargo, resultó que la casa tenía ya su propia identidad, la comunidad la conocía como el costurero popular, por tanto decidimos re-semantizar esta idea, y respetar su propio devenir histórico, por tanto desde aquel momento se decidió darle el nombre de La Casa del Costurero de los sueños emancipatorios «Eulogio Paredes». Dejaba de ser, de esta forma el taller de corte y costura que había sido hasta el momento, para dar paso a un espacio en el que se tejen sueños, un espacio que se ponía al servicio de la construcción de nuevos horizontes, sumado a ello, un lugar que sirviera al mismo tiempo para rendir tributo en vida a quien le había entregado su vitalidad a la lucha por la cultura y la comunidad, se trataba de Don Eulogio Paredes, quien a nuestro juicio merecía tal reconocimiento. Reconocer la dinámica histórica local es fundamental para abrir posibilidades de construcción de identidades comprometidas, co-responsables y participativas.

De esta forma, estamos seguros que tenemos todavía mucho por hacer y que hemos cometido muchos errores en nuestro andar, sin embargo, hemos caminado y estamos avanzando, cada día más, con mayor contundencia, con mayor legitimidad en la construcción de nuevas posibilidades comunitarias. Construir poder se ha convertido en un reto, en un reto que muchos boicotean, y a veces hasta auto-saboteamos, un reto en el que muchos no creen, un reto que sin duda alguna está abriendo las esperanzas en cuanto a la construcción de nuevos modelos políticos, de nuevos modelos sociales, nuevos modelos económicos, de nuevos modelos educativos, de esta forma, como todo gran proyecto tiene detractores, y al mismo tiempo cuenta con un grupo de compañeros y compañeras que reflexionan permanentemente desde el andar transformador, compañeros y compañeras que aman y se comprometen con lo comunitario, compañeros y compañeras que se piensan y re-piensan permanentemente, compañeros y compañeras que trabajan con ahínco y con tesón en el cuidado comunitario, en el manejo de las emociones y con la firme idea de que la solidaridad, puede efectivamente dejar de ser un discurso lastimero.

En la Casa del Costurero, la cual pertenece a la Comuna Bicentenario 16 de Septiembre, hoy día, después de diez años de lucha, NO creemos en la política de vitrina, no queremos mostrar únicamente lo bueno, e idealizar nuestro propio proceso, lo que queremos hacer evidente, es que desde el trabajo colectivo existe la esperanza para la construcción de un mundo de nuevas posibilidades, que se traduzcan en acciones contra-hegemónicas, subalternas, y que dignifiquen la vida humana en el planeta. Nuestra historia está en construcción permanente, y seguiremos labrando senderos, en el que los humildes asumen el lápiz, y empiezan a escribir su propia historia.

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