[DEBATE] De la irracionalidad generalizada a la Comuna Mundial

Revista Crisis

La miseria generalizada del capitalismo hoy en día parece ser una tragedia ineludible. Las innumerables derrotas de las luchas radicales del proletariado, la integración del mismo en la sociedad mercantil moderna, la violenta marcha triunfal del neoliberalismo, y la consolidación de la industria cultural en el transcurso del siglo XX, que estetizó hasta los estallidos de resistencia, despojándolos de su contenido, han afianzado el capitalismo a nivel ideológico: la famosa frase de Margaret Thatcher «No hay alternativa» también parece rondar por las mentes de muchxs proletarixs resignadxs.

Si, a pesar de todo en las últimas décadas, el conflicto social y de clases irrumpió de forma explosiva en la normalidad capitalista, este se caracterizó por enfrentamientos callejeros frente a la represión estatal, movilizaciones masivas y ocupaciones de espacios públicos, dejando prácticamente intacto el núcleo de la economía capitalista: la producción. La separación radical del mundo se perdió en el eco de los gritos de justicia y “verdadera democracia”. Una sociedad sin Estado y sin clases parece ser -una vez más- una imposibilidad absoluta y el capitalismo una necesidad histórica inalterable.

La impotencia omnipresente que va de la mano de la individualización del sufrimiento producido socialmente, y la ideología del triunfo definitivo del capitalismo, incrustada en el subconsciente colectivo, fue tematizado por Mark Fisher hace más de 10 años, retomando la tesis de Frederic Jameson y/o Slavoj Zizek: “en el capitalismo tardío, nos es más fácil imaginar el fin del mundo que una alternativa al capitalismo”. Innumerables producciones de Hollywood son un síntoma de esto. Un mundo sin capitalismo y sin Estado es presentado de forma apocalíptica como un mundo lleno de caos y miseria, en el cual prevalece la lucha de todxs contra todxs – como si aquel no fuera el estado actual de la sociedades modernas-.

Por otro lado, la variante optimista y liberal de “otro mundo” -el cual no tiene interés en sacudir los fundamentos de la sociedad burguesa- se aferra a la tecnocracia y al consumo alternativo. Supuestamente la geoingeniería nos salvaría frente a una eventual catástrofe ecológica capitalista y acompañaría el cambio hacia un capitalismo verde: la irracionalidad de lo existente es extremadamente versátil y no implosionará debido a sus propias contradicciones – esta observación es importante para no negarnos como sujetos de la historia. Innumerables compañerxs han reconocido esta obviedad, han desechado todo determinismo histórico y se involucran en los conflictos sociales e intentan promover una organización colectiva, no jerárquica, anticapitalista y antipatriarcal, que tenga como objetivo la abolición de la totalidad de las relaciones de dominación existentes.

Sin embargo, como socialrevolucionarixs nos encontramos en una tensión constante entre las luchas reales y la sociedad liberada a la cual aspiramos. Esto en muchos casos puede llevarnos a un pragmatismo político: la autoabolición del proletariado y la lucha por una sociedad sin clases ni Estado pasa a un segundo plano, mientras que interiorizamos a regañadientes la indeseada estabilización del estatus quo. Esto no quiere decir que haya que aferrarse a un maximalismo con tintes de radicalismo verbal, y rechazar y tachar de superflua cualquier mejora de las condiciones materiales de la clase asalariada.

Pero precisamente porque incluso en entornos revolucionarios, una sociedad diferente al capitalismo parecería ser una reliquia de tiempos pasados, el debate sobre: hacia dónde queremos ir, es de una importancia fundamental. No como autosatisfacción intelectual, sino como una importante contribución al debate dentro de las luchas sociales. Pues por muy radicales que hayan sido las revueltas y luchas de las últimas décadas, acabaron en un callejón sin salida. No sólo por la relación de fuerzas existente, sino también por la falta de perspectiva de los propios movimientos sociales. Esta observación no es nueva. Recordemos, por ejemplo, las reflexiones de Paul Mattick en 1970 sobre el movimiento de los consejos obreros de principios del siglo XX, en las que constataba: “uno de los puntos débiles, y quizá el más importante, era que los consejos no tenían una noción clara sobre la organización socialista de la producción y la distribución”.

Desde la confianza ciega en las instituciones estatales y en la conquista de mandatos políticos de poder – pensemos en Syriza en Grecia o, de manera más consecuente, en el “Socialismo del siglo XXI” en algunos países de Sudamérica. Hasta la desvinculación de la forma de representación política de las estructuras de poder económico -por ejemplo en el movimiento Occupy- quedó de lado la lucha por una sociedad realmente emancipada. Ante esta situación, sería absurdo y autoritario presentar un concepto utópico, prefabricado y rígido. Pero sin una concepción mínima de lo que pretendemos como socialrevolucionarixs, seguiremos estancados en el radicalismo verbal y en conceptos abstractos. Las consignas de “abolición del trabajo asalariado”, “destrucción de las relaciones de género”, “superación de la sociedad mercantil”, “abolición de la propiedad privada de los medios de producción”, etc., deberían estar mucho más vinculadas a un horizonte de acción concreto. En las palabras de las Amigas y Amigos de la Sociedad sin Clases: “la crítica puramente negativa de lo existente, que algunos radicales de izquierda evocan, no existe. La crítica de la propiedad privada de los medios de producción, por ejemplo, va necesariamente de la mano del objetivo práctico de la «producción colectiva con medios de producción colectivos«” (El Capital).

Hacia una sociedad poscapitalista

Desde el corazón de la mayor economía europea –Berlín- el grupo comunista antiautoritario Amigas y Amigos de la Sociedad Sin Clases, se aventuró a escribir una contribución sobre cómo podría desarrollarse la organización de una sociedad diferente. En Contornos de la Comuna Mundial se discuten, basado en la situación histórica actual y en el estado de desarrollo de los medios de producción, las posibilidades de una Comuna Mundial sin clases ni Estados. Lejos de la ilusión de que empresas autogestionadas, vendrían a ser una alternativa al capitalismo -lo cual terminaría en un “capitalismo autogestionado”, incapaz de superar las condicionantes estructurales de la economía y de satisfacer las necesidades humanas sin el mercado-, la Comuna Mundial intenta esbozar la posibilidad de un mundo verdaderamente ajeno al capitalismo, sin la “fase de transición al comunismo”, ni tampoco la conquista del poder estatal. Sus posiciones las desarrollan en base al estado actual de las fuerzas productivas ya que hoy en día cualquier escasez material termina siendo una consecuencia directa de las relaciones de propiedad existentes, y no de las capacidades productivas.

En este sentido critican la propuesta de Marx -condicionada por su propio momento histórico- de una sociedad de transición al comunismo, dentro de la cual la distribución de la riqueza social se orientaría en cuanto a las horas de trabajo efectuadas por cada persona, y por otro lado también el fetiche marxista-leninista del Estado. Pues lo primero implicaría que se pueda medir con precisión la cantidad exacta del tiempo de trabajo invertido en un producto -lo que, según las Amigas y Amigos de la Sociedad sin Clases, termina siendo imposible-. Al mismo tiempo de conllevar al peligro de que se desarrolle una estructura autoritaria, porque un aparato de control tendría que vigilar el registro correcto de las horas de trabajo invertidas.

Al mismo tiempo, rechazan con vehemencia la concepción marxista-leninista de la revolución, que se centra en la conquista del poder político y la centralización del mismo bajo la dirección de un partido. Para las Amigas y Amigos de la Sociedad sin Clases no es el Estado o un partido autodenominado revolucionario el que deba tomar las decisiones sobre todos los aspectos socialmente relevantes, sino las asambleas de base.

En Contornos de la Comuna Mundial, tampoco se encontrará una remembranza romántica a un periodo precapitalista con hostilidad hacía la tecnología, como suelen propagar, por ejemplo, los grupos anarco-primitivistas. Más bien exploran la posibilidad de como la tecnología moderna podría ser rediseñada con fines emancipatorios en lugar de ser utilizada -como hoy en día- con la finalidad de vigilar, optimizar la producción e incrementar la explotación. Todo ello sin caer en un fetichismo de la tecnología, que delegaría la emancipación a las máquinas -pensando, por ejemplo, en el Comunismo de lujo totalmente automatizado de Aaron Bastani-.

Las Amigas y Amigos de la Sociedad sin Clases también discuten el impacto que una transformación radical y revolucionaria de la sociedad podría tener sobre las relaciones de género: además de la colectivización del trabajo reproductivo, la superación del trabajo asalariado supondría también una superación de la división del trabajo por género, lo que no elimina automáticamente las relaciones patriarcales, pero al menos crea una base importante para abolirlas.

Las reflexiones del colectivo berlinés recurren a un amplio fondo de teoría y práctica revolucionaria, desde Marx, Debord y Adorno, hasta Kollontai, Kropotkin y Panzieri, o, como dicen ellxs mismxs, parafraseando a Johannes Agnoli: “en este sentido, no reivindicamos la originalidad. En lugar de proclamar nuevos «enfoques», «paradigmas» o «escuelas de teoría», tratamos de partir de las innumerables ideas que nacieron en dos siglos de luchas de clases; casi todo ha sido dicho hace tiempo, nosotros solamente lo decimos de una forma un poco diferente enfocada en la situación actual.”

Un debate en desarollo

Espero que esta traducción impulse debates en diferentes entornos revolucionarios. Pues el debate sobre la Comuna Mundial, sobre cómo queremos relacionarnos, es un arma cargada de futuro. La sociedad sin clases y sin Estados es una posibilidad realista e imposible al mismo tiempo. No capitular ante esta contradicción es de enorme importancia ante el estado actual del mundo.

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