[EDITORIAL] Desenredando la Operación Gedeón

Los primeros días de mayo fueron palco de un nuevo intento de golpe de Estado en Venezuela. Una operación paramilitar organizada por el ex-soldado de las fuerzas especiales de EEUU Jordan Goudreau y el ex-Mayor General Cliver Alcalá pretendía tomar varios objetivos estratégicos y detener al Presidente Maduro. Un grupo de 60 hombres, incluyendo dos mercenarios norteamericanos, salió de Colombia en lanchas pero fue rápidamente neutralizado en suelo venezolano.

La operación desató una ola de acusaciones y contra-acusaciones, para determinar quién estuvo involucrado, quién estaba informado, y qué conexiones tenían Goudreau y Alcalá.

El gobierno de EEUU ha declarado abierta, y repetidamente, su deseo de derrocar el gobierno venezolano, incluso con una intervención militar. Las agresiones contra el pueblo venezolano, en la esfera económica en particular, se han vuelto más y más brutales con el tiempo. ¿Pero cuán involucrada estuvo la administración Trump en la “Operación Gedeón”?

En este artículo se analiza lo que se sabe, separando la información conclusiva de la especulación. Entender mejor al enemigo y su accionar es fundamental para prepararse y enfrentar los ataques venideros. El escaso poderío militar de la incursión paramilitar no sugiere una intervención directa de las agencias estadounidenses. Sin embargo, como se explica, EEUU sigue siendo responsable por el contexto donde se da la acción, y muy probablemente estaba al tanto del plan. En contraste, el rol de la oposición liderada por Guaidó es bastante más evidente.

Sobre la participación (directa) de EEUU

Para examinar el grado de participación del gobierno estadounidense, hay que empezar por mirar a los datos de la operación. Muchos analistas han hecho la comparación con la invasión de Bahía de Cochinos (Cuba) en 1961. En esa operación, organizada directamente por agencias de EEUU, la fuerza aérea norteamericana bombardeó Cuba antes del desembarque de 1500 hombres. En cambio, la “Operación Gedeón” involucró a unas 60 personas, con pocas armas y lanchas sin mucha gasolina.

El Presidente Trump dijo a los medios que “no sabía nada” sobre esta “mala operación”, y que si EEUU hubiese participado el resultado sería una “invasión” de verdad. Más o menos lo mismo dijo el Secretario de Estado Mike Pompeo, enfatizando (o confesando) que el gobierno norteamericano no estuvo “directamente” involucrado. Y también que en ese caso los resultados hubiesen sido diferentes.

Dejando a un lado la soberbia imperialista, la verdad es que los escasos medios materiales y humanos de la operación no parecen indicar la presencia sustancial de ninguna agencia estadounidense. No es muy difícil asumir que, confrontados con una operación con muy pocas posibilidades de éxito, el Departamento de Estado y la CIA hayan optado por no arriesgar recursos y credibilidad.

Por ejemplo, con el objetivo de presionar a Venezuela, Trump anunció una movilización masiva de tropas en el Caribe como una supuesta “operación anti-droga”. El poderío militar de esa misión fue calificado como uno de los más grandes en la región desde la invasión de Panamá en 1989. No resulta expectable que, con esos navíos y hombres tan cerca, EEUU intentara un golpe con tan pocas probabilidades de éxito como la Operación Gedeón.

Sin embargo, la primera parte de las declaraciones de Trump y Pompeo, alegando ignorancia, es mucho menos creíble. Un reportaje del Wall Street Journal reveló que la CIA estaría al tanto de los planes, ya que Alcalá los difundía ampliamente. Además, si el gobierno venezolano estaba informado sobre la operación no es poco razonable asumir que las agencias norteamericanas también estarían.

Los supuestos nexos de Goudreau con Trump son también extremamente circunstanciales. El ex-boina verde una vez trabajó en la seguridad de un mitin político del presidente estadounidense, se acercó a la oposición venezolana a través del ex-guarda espaldas de Trump, Keith Schiller. Pero eso no demuestra vínculo alguno a la Casa Blanca. De igual modo, la acusación de que Luke Denman y Airan Berry, los dos mercenarios norteamericanos capturados en la operación, serían “miembros del equipo de seguridad” de Trump, nunca se fundamentó.

Pruebas conclusivas y circunstanciales

A pesar de (probablemente) no haber participado directamente en la operación fracasada, EEUU sigue siendo responsable por el contexto donde se gestan iniciativas como ésta. Por ejemplo, poner precio a la cabeza de Maduro y otros líderes, con base a acusaciones inventadas de “narco-terrorismo”, es un incentivo para aventuras paramilitares.

La agresión constante, aliada a la propaganda de guerra de los medios, permite también a la oposición un accionar mucho más extremista que en cualquier otro lugar. Es la desfachatez imperialista de creer que la “legitimidad” del gobierno venezolano se decide en Washington, lo que abre las puertas a que un casi desconocido se auto-proclame presidente, intente golpes de Estado, o busque lograr el anhelado “cambio de régimen” recurriendo a mercenarios.

Porque, al contrario de Trump o Pompeo, los desmentidos de Guaidó sobre la Operación Gedeón son muy poco plausibles. En redes sociales y delante de los micrófonos aliados de los grandes medios, Guaidó trató de saltar entre una y otra postura incoherente. Hasta que por fin decidió echar la culpa aguas abajo y proclamar que no tenía relación alguna con la operación o con Jordan Goudreau. Supuestamente habrían sido sus asesores JJ Rendón y Sergio Vergara quienes avanzaron con los planes, contrariando sus órdenes, ya que le preocupaba la “legalidad” de una operación como ésta.

Desafortunadamente para el líder opositor, los hechos juegan en su contra. Desde luego porque Rendón y Vegara le reportan directamente a él. Segundo, Rendón admitió haber sido nombrado precisamente para explorar proyectos de cambio de régimen. Tercero, la firma de Guaidó aparece en un contrato de la oposición con Silvercorp, y nadie ha sido acusado del grave delito de forjar la firma de un “presidente”. Y por último, un vídeo filtrado por Goudreau muestra una teleconferencia con Guaidó y Vergara justo antes de firmar el contrato, y tampoco se han denunciado las imágenes como un montaje.

Paradójicamente, podría ser el “gobierno” de Guaidó quien termina derrocado por la Operación Gedeón. Si su liderazgo ya era todo menos consensual tras varios intentos fracasados de tomar el poder por la fuerza, y con elecciones parlamentarias en el horizonte, surgen rumores acerca de figuras opositoras que están tratando de convencer a Washington sobre necesario un cambio.

Denuncias y gestos de buena voluntad

Hasta ahora, la respuesta ante los intentos de golpe en Venezuela, tanto a nivel de inteligencia como de defensa, ha sido envidiable. No obstante, en lo que toca a la política exterior la estrategia ha sido más cuestionable. Tras una agresión imperialista permanente en que la principal arma son las sanciones, el gobierno bolivariano ha hecho de la denuncia su principal arma.

Aunque sea importante, particularmente en coordinación con movimientos de solidaridad, la denuncia por si sola tiene una eficacia limitada. Principalmente apelando a un “derecho internacional” que en la práctica no existe, y nunca ha existido. Tomando solamente el período de existencia de las Naciones Unidas desde la Segunda Guerra Mundial, todos los crímenes cometidos por actores poderosos en el plano internacional han quedado impunes.

Dicho de otra forma, la “justicia” solo funciona si hay mecanismos para implementarla. EEUU no va a cambiar de rumbo porque sus dirigentes se den cuenta que su accionar es incorrecto, eso exigiría “conciencia”. Tampoco lo va a hacer por acción de algún mecanismo supranacional, ese mecanismo no existe. Por eso, la entrega de “quejas” en la Corte Penal Internacional (CPI) es otro ejercicio cuestionable, ya que EEUU no reconoce la jurisdicción del tribunal.

En toda su historia, el propósito de la CPI ha sido juzgar a enemigos del Occidente una vez derrotados. Un órgano que existe para juzgar a “dictadores” africanos para así contribuir a la farsa de que el Norte Global promueve los derechos humanos es inútil, en el mejor de los casos, y peligroso en el peor. En el caso venezolano, la CPI ha servido para que agentes opositores entreguen denuncias absurdas de “crímenes lesa humanidad” contra Maduro. Si en algún momento el tribunal decide avanzar en un juicio politizado de esa índole será mucho más difícil disputar su (inexistente) legitimidad.

El otro componente de la política exterior venezolana en los últimos tiempos ha sido el de ofrecer concesiones como gestos de buena voluntad. Esto en larga medida es una proyección de la política interna hacia afuera. La premisa (dudosa) es que gestos de buena voluntad serán reciprocados, pero la realidad demuestra que la agresión solo ha recrudecido en los últimos tiempos. Los dos soldados detenidos serán una nueva prueba para la estrategia venezolana.

Conclusiones

En conclusión, la “Operación Gedeón” fue una derrota para la oposición venezolana en varios planos. Por su lado, EEUU sigue sonando los tambores de guerra. Aunque los hechos no sugieren que la administración Trump haya estado estrechamente involucrada, el contexto de agresión abierta incesante promueve otras aventuras similares. Y con elecciones presidenciales en el horizonte y el importante Estado de la Florida en disputa, Venezuela no saldrá de la agenda.

“Al imperialismo ni un tantico así”, dijo el Che Guevara. Denuncias y gestos de buena voluntad no serán suficientes para derrotar el imperialismo. Se trata de un sistema, la “fase superior” del capitalismo, que no depende de la voluntad de los líderes de turno ni menos se somete al “derecho internacional”. Con recursos naturales en juego y el proyecto socialista de Chávez considerado imperdonable, los ataques no van a cesar.

En ese sentido, hay que pensar y debatir qué estrategia ofrece las mejores condiciones para resistir. La respuesta a concesiones al capital extranjero fueron nuevas sanciones. A las denuncias y gestos de buena voluntad, nuevas agresiones. A las perdones a la oposición, nuevos intentos golpistas. Es la profundización del socialismo, fortaleciendo la organización popular, lo que permitirá que sobreviva el proyecto y que el pueblo lo defienda.

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