[OPINIÓN] ¡No hay cuarentena para el poder popular!

Si hay algo a lo que las organizaciones políticas venezolanas se dedican, es a plantear diferentes escenarios futuros. Con la presión constante de EEUU, imaginar contextos de invasiones extranjeras, golpes de estado, elecciones anticipadas, etc., es un ejercicio natural. Las organizaciones de izquierda tratan de describir los escenarios antes de pensar en lo que debe ser su actuación en cada uno.

Sin embargo, nadie estaba preparado para enfrentar el coronavirus. Mientras en esos casos las organizaciones revolucionarias se ubican, y ubican a su(s) enemigo(s), esta coyuntura lo cambia todo. Se trata de un enemigo “invisible” que no se puede combatir en las calles, y menos de forma colectiva. No solo eso, sino que existe el miedo de estar infectado y (peor) contagiar a otra gente.

Los meses recientes en Venezuela eran de crecimiento de las luchas populares. El gobierno, acechado por las sanciones de EEUU, seguía en el rumbo de favorecer la inversión extranjera y otorgar más y más beneficios al capital. En esa agudización de contradicciones surgieron proyectos como la Unión Comunera, que se plantea abiertamente construir una alternativa política para disputar la hegemonía del chavismo.

En este contexto llegó la pandemia y la cuarentena. Pero contrariando el instinto paralizador, las organizaciones populares chavistas se van activando para construir respuestas desde abajo.

Solidaridad y creatividad revolucionaria

“Ahorita el tema de la pandemia se sobrepone a todo”, afirmó Ana Marín a Tatuy TV. “Tenemos el reto de organizarnos ante una situación como esta, además con las amenazas de invasión, la injerencia y el bloqueo norteamericano”.

Ana Marín es vocera de la Comuna El Panal 2021 en el barrio 23 de Enero en Caracas, e integrante de la Fuerza Patriótica Alexis Vive (FPAV). La FPAV es una de las organizaciones más avanzadas políticamente en el país y el principal motor de la comuna. En la crisis pandémica actual sus integrantes se han desplegado para atender las necesidades más urgentes de los habitantes de la comuna.

Interpelada sobre el “secreto” de la organización, Ana explicó que se trata de una madurez y experiencia acumulada en la trayectoria de los últimos años.

“Hace cerca de tres años entendimos la necesidad de asumir todo el encadenamiento productivo”, detalló. “Con toda la experiencia aquí en la comuna podíamos tener una panadería, una empaquetadora de azúcar, una textilera, pero si no teníamos la materia prima estábamos embarcados”.

Como consecuencia, en sus palabras, “¡nos fuimos unos caraqueños al monte!”. Ana contó que las experiencias de siembra y ganadería tuvieron muchas “dificultades y desaciertos”, además de choques con factores de poder local que se sintieron amenazados. Sin embargo, las experiencias de producción primaria siguen y han contribuido para el crecimiento del colectivo en términos organizacionales y políticos a nivel nacional.

La Comuna El Panal, y los diferentes capítulos de la FPAV en el país, son de los principales impulsores de la naciente Unión Comunera. Ana insiste que es fundamental que las comunas se articulen, pero en paralelo defiende que es necesario un “salto.”

“Nosotros tenemos tres líneas de trabajo que llamamos ‘seducción’, ‘industrialización’ y ‘proletarización’ de los barrios. Es necesario que las comunas produzcan pero que tengan contenido clasista”, sostuvo.

La vocera comunal admitió que “la pandemia paraliza un poco las cosas”, pero defendió que hay que seguir potenciando la lógica comunal. En el caso de la Comuna El Panal, las respuestas que se pusieron inmediatamente en práctica fueron consecuencia de un trabajo organizativo previo y constante.

“Teníamos ya registradas personas con discapacidad, con enfermedades crónicas, que son más vulnerables. A través de la textilera las Abejitas del Panal producimos tapabocas, y teníamos también activados los comedores,” detalló Ana.

La comuna abrió un comedor hace dos años, y en los últimos tiempos viene asumiendo también los comedores de diferentes unidades educativas. En esta coyuntura, y en alianza con otras organizaciones de base, se producen cientos de comidas diarias en las escuelas para niños y niñas, adultos mayores, y la población más vulnerable del “punto y círculo” de cada escuela.

La atención a los niños y niñas, explicó Ana, ha sido otra prioridad para la comuna en medio de la cuarentena. Junto con los maestros y maestras de la comunidad se han hecho asignaciones para que los niños y niñas sigan sus actividades educativas. También se están preparando juegos didácticos para que los más pequeñxs puedan entender mejor lo que está pasando, y por qué tienen que estar encerrados.

Una preocupación que señaló Ana tiene que ver con el tema del trato, ya que muchos padres y madres ven las escuelas como “depósitos de carajitos” y no están acostumbrados a tener los niñxs cerca todo el día. En ese sentido, las brigadas educativas están pendientes de cualquier maltrato infantil.

“Todo eso se nos presenta ahorita. Hay que llamar no solamente a la solidaridad sino también a la creatividad revolucionaria,” dijo en forma de conclusión.

Combos’ de poder popular

La Cooperativa Unidos San Agustín Convive (CUSAC), del barrio San Agustín también en Caracas, es una organización más local, más pequeña y más joven. Pero no por eso cuenta con menos determinación y “creatividad revolucionaria”.

La cooperativa, con cerca de 30 integrantes, viene avanzando en diferentes frentes políticos, productivos y formativos. No obstante, la actividad más importante de la cooperativa son las jornadas de consumo organizado de frutas y hortalizas que se hacen cada dos semanas. Alternando entre tres núcleos del barrio, esta iniciativa es producto de la articulación con el Plan Pueblo a Pueblo.

Martha Lía Grajales, integrante de la cooperativa y del colectivo de derechos humanos Surgentes, habló con Tatuy TV sobre los desafíos que implicó organizar una jornada de distribución de alimentos en el contexto actual.

“La jornada que tuvimos el pasado sábado (28 de marzo) trajo una serie de retos. Retos personales, individuales, de poder sobreponerse al miedo, a la preocupación que significa la posibilidad de contagio. Y también retos colectivos para crear una metodología que salvaguardara la vida e integridad de las personas que nos organizamos en torno a la cooperativa,” explicó.

El primer cambio fue que la compra se hizo de forma anticipada. Cada cooperativista podía reunir hasta 5 familiares o amigos interesados en comprar y responsabilizarse por el pago y la entrega de los alimentos. De igual modo se cumplió de forma estricta el uso de tapabocas y guantes, el lavado de manos y el distanciamiento recomendado.

Por otro lado, se vendieron “combos” de comida iguales para todo el mundo. Esta había sido la modalidad inicial de las jornadas de consumo, pero que se cambió en la crisis cuando las personas de menos recursos dejaron de poder acceder al combo completo.

“Para la cooperativa, como referente de una nueva forma de hacer política, es fundamental esta capacidad de reinventarnos para seguir profundizando los procesos”, señaló Martha.

Otra diferencia importante es que, en aras de minimizar la cantidad de gente involucrada, solo los integrantes de la cooperativa participaron en armar los combos. (Lxs miembrxs con más de 60 años fueron también resguardados no participando). El trabajo de descargar la comida del camión, pesar, separar, pesar los montos individuales y preparar las bolsas recayó en pocas personas, cuando normalmente todas las personas interesadas en comprar participan en las diferentes comisiones de trabajo.

“Pero también hubo cosas que se mantuvieron intactas,” insistió Martha. “El espíritu de construir poder desde abajo, de generar soluciones desde lo colectivo.”

También se mantuvo intacto el bajo costo de los alimentos. Los combos tenían 9 kilos y costaron 312.000 BsS (34.667 BsS/kilo), con la posibilidad de comprar también un kilo de caraotas por 75.000 BsS. El ahorro significativo respecto al mercado se debe al esfuerzo organizativo de los campesinos de Pueblo a Pueblo y al enlace directo campo-ciudad, sin intermediarios.

Hablando sobre el rol del poder popular en la coyuntura actual, Martha Lía expresó que este es un “punto de inflexión”.

“Hay una disputa entre la lógica de acumulación de capital y la propia reproducción de la vida. Nuestros esfuerzos deben impulsar hacia una nueva racionalidad, una lógica de mayor justicia en términos tanto económicos como políticos y sociales,” defendió.

En forma de conclusión, subrayó la importancia de demostrar desde la práctica concreta que las soluciones vienen de la construcción de poder popular desde abajo.

“En la cooperativa intentamos reflexionar sobre lo que estamos viviendo y viendo como a partir del poder acumulado durante los últimos años podemos responder a eses retos, dificultades, ratificando nuestro horizonte socialista, feminista y decolonial,” enfatizó Martha.

La pandemia vino a exacerbar aún más las contradicciones del capitalismo a nivel mundial. En este contexto complicado, más aún en Venezuela, es imperativa la planificación y la búsqueda de soluciones colectivas. Organizaciones populares chavistas, como la Fuerza Patriótica Alexis Vive o la Cooperativa Unidos San Agustín Convive, tienen importantes retos por delante en los próximos meses. Pero de igual modo ya han demostrado una y otra vez su compromiso con el proyecto de Chávez y la construcción del socialismo.

En esta crisis, tal como en todas las otras, sólo el pueblo salva al pueblo.

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