[PROTESTA] ¿Qué pasa en Chile?

Hace un año, el pueblo chileno sacó del carril la estrategia política y económica instalada en el fragor de la dictadura que ya venía dando bandazos por sus excesos. Una historia que saltó por los aires el 18 de octubre del 2019 y que sigue en suspensión desde entonces.

Tras un año de rebelión diaria, que sólo tuvo como calmante la pandemia, el pueblo chileno sigue, o vuelve a las calles. Guillermo González, miembro del Movimiento Pobladores y Pobladoras de Chile habló con Tatuy TV sobre la lucha en aquel país.

El pueblo chileno está en las calles porque se alzó contra este modelo injusto, inhumano, desigual, este modelo que fue impuesto a punta de balazos, tortura y muerte por Pinochet”, resumió.

Abajo, en la tierra caliente y carbonizada, un gobierno incapaz de gobernar, pese a sus subalternos en el parlamento, intenta apagar las barricadas, decretar reglamentos desesperados, limitar día a día libertades y ordenar lo que es y será inmanejable aún bajo el uso absoluto de la fuerza. (*1)

Pero la fuerza no ha logrado detener los anhelos de cambio de un pueblo que despertó de un largo sueño embrutecedor, como explicó Guillermo:

El pueblo de Chile se cansó que desde hace 30 años los gobiernos de la socialdemocracia profundizaran este modelo, un modelo que afianza la injusticia y la desigualdad, privatizando todos los servicios básicos, como la salud, la educación y los recursos naturales.”

El hambre es hoy el indiscutido protagonista social y político. El hambre aglutina y ordena los demás factores de la subversión: el desempleo (un millón de personas según cifras oficiales, mucho más si se suma el trabajo informal obstaculizado por las cuarentenas); la pandemia (llegando a los 14.000 muertos) y su horrible segmentación social; el endeudamiento (que devora el 74,5% de los ingresos familiares); el hacinamiento de más de 100 mil familias en 802 campamentos sin agua potable ni alcantarillado y otras miles apretujados en cubículos y departamentos por los que pagan alquileres abusivos; salarios de miseria; educación que condena a los pobres a la eternidad de la pobreza; la salud de clínicas de lujo para pocos y de hospitales colapsados para la mayoría; y la carga emocional de siete meses de cuarentenas, cordones y aduanas sanitarias, y todo tipo de limitaciones a la libertad de movimiento. (*2)

Sin embargo, las grandes crisis a veces sólo necesitan un pequeño detonante. Como recordó Guillermo, fue el aumento del pasaje que desencadenó las protestas masivas en Santiago que luego se extendieron a todo el país.

Los estudiantes dijeron “¡basta!”, y cientos de miles de chilenxs se lanzaron a las calles en una manifestación sin precedentes, reclamando cambios en todo su sistema político, económico y social,” dijo, detallando las demandas por una educación, salud y servicios públicos y de calidad.

En estos 365 días la democracia neoliberal se desprendió de todas sus máscaras. Desde luego con su faceta represiva. El saldo es de 37 muertos desde el estallido, más de dos mil heridos, casi seis mil denuncias por violaciones a los derechos humanos por agentes policiales y más de dos mil jóvenes hasta el día de hoy en prisión. Un año donde el estado neoliberal invocó a los fantasmas de la dictadura mostrando su peor cara, la violencia sistémica. (*2)

Nunca hubo socialdemocracia parlamentaria en Chile sino un gran pacto, un consenso tácito y continuo, para abrirle todos los espacios posibles a los mercados. Todo la arquitectura institucional, el sistema económico y político, ha sido una gran plataforma para la gestión y ganancia de los mercados. Lo que hubo por décadas en Chile es uno de los proyectos más obscenos para el enriquecimiento de capitalistas a costa del pueblo y los recursos naturales.

En ese sentido, la movilización no exige menos que cambios estructurales. Según Guillermo,

El pueblo reclama cambios en todo su sistema político, económico y social, exige una nueva constitución, rechazando la Constitución de Pinochet. Esta constitución lo único que garantiza es que las grandes empresas se hagan más ricas y el pueblo sea más pobre.”

Las protestas más grandes de las últimas décadas forzaron la convocatoria de un plebiscito para aprobar o rechazar la elaboración de una nueva constitución, y si ésta será redactada enteramente por constituyentes electos (“convención constitucional”) o por constituyentes electos y congresistas (“convención constitucional mixta”).

La votación fue diferida para el 25 de octubre de 2020 y sigue amenazada por el estado de sitio. Sin embargo, el activista hizo un llamado a que el pueblo salga a votar.

“El plebiscito puede abrir las puertas a una nueva constitución, creada por y para el pueblo. La ruta no es perfecta pero si creemos que vamos a avanzar, luchando por una Asamblea Constituyente donde se garantice los derechos a la educación, a la salud, la vivienda y un sistema de pensiones justo,” enfatizó.

Ha sido un año de luchas, heridas abiertas, y de esperanza, en el mejor y peor sentido de esta ambivalente expresión. El plebiscito puede ser ventana, puerta, alameda, pero también mecanismo para el levantamiento de nuevos diques y muros. Pero la lucha no termina, acaba de empezar.

El pueblo chileno no va a descansar hasta lograr una nueva Constitución”, concluyó Guillermo González.

Citas:

18-O: La revolución que sigue ahí, de Paul Walder (*1)

Reventón social a la vista, de Manuel Cabieses Donoso.(*2)

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