«Una revolución es una reforma radical en el ámbito de las ideas y en el ámbito de la moral». I Parte

Entrevista a Daniel Hernández editor y director de la Revista PoliÉtica, profesor e investigador de la comunicación. Juan Lenzo/Jessica Pernia/Óscar Valverde/TatuyTvc.

Juan Lenzo ¿Cómo está configurado hoy el escenario mediático en la lucha por el poder? ¿Cuál es la responsabilidad política de los mass media en la crisis que hoy atraviesa la humanidad?

Daniel Hernández: Sí, vivimos una coyuntura particularmente compleja, tanto a nivel nacional como a nivel internacional. Una de las dimensiones que constantemente se reseña como fundamental, en la lucha política por transformar la sociedad venezolana, es la mediática.

Una de las características actuales del imperialismo, característica que no consideró Marx, ni Lenin en su momento, es justamente el desarrollo de un monstruoso aparato mediático a nivel global, constituido básicamente por unas diez corporaciones que dominan toda la esfera de la comunicación, o dijéramos, toda la esfera de la construcción simbólica del mundo humano. Diez corporaciones encabezadas por Time Warner, Disney, Viacom, News Corporation, Universal, General Electric, Sony, entre otras bajo las cuales hay asociadas a ellas, unas treinta o treinta y seis corporaciones regionales.

Dijéramos que en América Latina son importantes: en el caso venezolano Venevisión del Grupo Cisneros, el Grupo Televisa en México, el grupo Rede Globo en Brasil y Clarines en Argentina, con grupos emergentes como RCN y Caracol en Colombia por ejemplo.

Ese Aparato Mediático, ciertamente tiene una enorme influencia en la constitución de matrices culturales, que inciden en la visión del mundo y en las prácticas sociales, y sobre todo en las escalas de valores a nivel global y por supuesto que, siendo corporaciones que concentran el poder político y económico y que generalmente están muy asociadas, al resto de las corporaciones como: las corporaciones financieras, o automotrices, o petroleras, es decir, las principales corporaciones; pues son corporaciones que trabajan en función, por un lado de sus intereses económicos, pero fundamentalmente, en función de sus intereses políticos. Son corporaciones que han convertido al neo-liberalismo en sentido de vida, al consumo, o al consumismo en el sentido de existencia, y que promueven las ideas más conservadoras y más egoístas, porque de una u otra manera, descansan, en hurgar en las fracturas psicológicas del sujeto. De esa manera el egoísmo, el individualismo, la miseria humana, es lo que constituye el engarce fundamental de campañas de publicidad, campañas políticas, con una cobertura muy dinámica, en el sentido de la utilización del color, la textura, el arte incluso, la música, pero que en el fondo son campañas de degradación y de envilecimiento de la conciencia humana.

Estas corporaciones, si bien juegan un papel, (y aquí uno empieza a tener una caracterización distinta de lo que han hecho las ideas hegemónicas aquí en el país), si bien juegan un papel fundamental en la construcción de matrices culturales, no son ellas mismas el factor determinante. Ellas operan sobre centurias de una civilización, (se habla de la crisis de la civilización), basadas en los valores del capital en los últimos doscientos años: el egoísmo, el individualismo, la miseria humana.

Esas corporaciones hurgan en ese contexto social, y, de alguna manera hacen hegemónicas algunas ideas y algunas prácticas; pero lo importante y a destacar es que son corporaciones que actúan sobre un contexto histórico y social; es el sistema, son las relaciones de explotación del trabajo ajeno, son las relaciones de dominación política, son las relaciones culturales, que tienden a legitimar relaciones de explotación y relaciones de dominación, a través de todos los valores absurdos del capital; lo que sirve de caldo de cultivo para que éstas corporaciones funcionen de esa manera.

Entonces hay una primera tesis: si bien el aparato mediático funciona, en pro de unos valores, lo hace sobre un contexto social, sobre un sistema, sobre unas relaciones de explotación. Y el no establecer esta claridad, lleva entonces a considerar por ejemplo: que son los medios los únicos responsables de la dominación política.

JL: ¿Qué posición ha asumido la Revolución Bolivariana frente a este escenario?

DH: En el caso venezolano ha habido una situación que a mi entender, es absolutamente equivocada: hemos en cierto sentido concentrado toda la crítica, (no siempre muy bien fundamentada, no siempre muy bien argumentada, no siempre con el trasfondo político necesario), sobre Globovisión y RCTV en su momento; y, monstruos como Venevisión quedan en la oscuridad; cuando, sabemos por ejemplo: que Venevisión, el Grupo Cisneros, tiene conexiones mucho más profundas con el imperio, con las grandes corporaciones, es decir, Gustavo Cisneros tiene inversiones en cerca de cuarenta países, es ciudadano de cinco o seis; forma parte de la élite estadounidense de poder, pescaba con Bush en el Orinoco. Ese es un enemigo muchísimo más peligroso para nosotros, que el grupo Globovisión.

Luego insisto: en que la denuncia debe hacerse, por un lado, especificando claramente el problema del contexto histórico: de las relaciones de clases y de explotación que determinan la sociedad venezolana, en el contexto de toda la crisis del sistema capitalista global; y por otro lado debe confrontarse también, y ésta es la principal crítica, con una ruptura del modelo comunicacional. Porque mientras que desde los gobiernos, desde el aparato del poder, desde las propias emisoras comunitarias, se siga reproduciendo el modelo burgués de comunicación, pues la discusión queda como en “familia”, no es posible hacer una ruptura, que permita evidenciar ante el pueblo: donde están los problemas de la comunicación para la dominación y ¿cuál es la comunicación que se requiere, para la emancipación?

Fíjense que digo comunicación, no hablo del problema mediático, porque es esa otra de las dificultades, que impiden llegar al fondo del problema, quedamos presos del problema mediático; aquí el problema a discutir es: ¿Qué tipo de comunicación requiere la Revolución? Y ¿Qué es la Comunicación?, sobre todo, ¿Qué es el lenguaje y qué papel cumple en la construcción de la conciencia y en la construcción de la subjetividad, y en definitiva en la construcción de la humanidad misma del sujeto social? Y no en esa discusión en la que nos enfrascamos en primera instancia: en el término del aparato mediático, tecnológico, la potencia, las antenas, etcétera; presas del propio discurso burgués, de la racionalidad burguesa en materia comunicacional: emisor, vector, receptor, que como toda teoría burguesa, busca ocultar la realidad de la dominación; y aquel discurso de Mc Luhan de que “el medio es el mensaje”, y allí quedamos todos sepultados discutiendo mediáticamente, antes que discutir: el problema de la comunicación y su relación con prácticas culturales y sobre todo con escalas de valores, ese es parte del problema que tenemos.

JL: en la actualidad los medios privados, acusan al estado venezolano de imponer la hegemonía comunicacional en el país. ¿Qué está pasando allí, es cierto eso? ¿Cuáles son los argumentos de la derecha? ¿Es cierto que la revolución socialista tiene la hegemonía comunicacional en nuestro país?

DH: Fíjese, es una pregunta que tiene varias aristas para analizar. Quizá la más importante sea en primer lugar: que la revolución como decía Gramsci, en general como han dicho todos los revolucionarios desde Aristóteles, Bolívar, Gramsci, Marx, que de fondo se remite a lo que planteaba Bolívar “Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”. Una revolución es una reforma radical en el ámbito de las ideas y en el ámbito de la moral. Y cuando hablamos de hegemonía de las fuerzas revolucionarias, hablamos efectivamente de una hegemonía que está valorada o está soportada en dos elementos centrales: las nuevas ideas y eso implica una nueva ciencia, un nuevo arte, muy superior al arte, la ciencia y la tecnología burguesa, y es muy superior porque responde al interés de la humanidad como familia, responde a una necesidad de poner la ciencia, por ejemplo, al servicio del bienestar colectivo, no al servicio de las grandes corporaciones; responde a que la sociedad establezca valores fundamentales, un poco lo que decía Marx, podemos llegar a la sociedad comunista, en la medida que tenemos un amplio desarrollo de las fuerzas productivas, ciencia y tecnología, pero además una elevación de la conciencia y de la solidaridad social, es decir, valores morales.

Entonces nos planteamos la hegemonía desde el punto de vista de las ideas y de la ética, de una nueva conducta, no a la hegemonía mediática en términos de mayores de emisoras, o de mayor impacto del mensaje, si el mensaje tiene la misma racionalidad, porque en definitiva no estamos estableciendo ninguna ruptura, ni una hegemonía alternativa y nos estamos planteando la hegemonía prácticamente en el mismo terreno. Entonces ahí hay una profunda equivocación, es decir, nosotros no pudiéramos conquistar una hegemonía que se basa en la misma racionalidad, en la misma práctica y en los mismos valores del discurso burgués. Y cuando digo racionalidad, me refiero a que puede ser que las formas cambien, pero el contenido, la racionalidad que subyace a esas formas, es en última instancia la misma, esto en primer lugar.

En segundo lugar, parte de toda esta problemática tiene mucho que ver con la legislación borrosa, por decirlo menos, que ha hecho la propia revolución sobre el problema comunicacional. La Ley Resorte, la primera ley que se establece para regular radio y televisión, desde 1940 más o menos del siglo pasado, es errónea en su fundamento, porque caracteriza, al ciudadano, no en su condición de ciudadano, ni caracteriza a la comunicación, en su condición de constitutiva de la condición humana, sino que caracteriza a la comunicación y la información como una mercancía, como un objeto, y caracteriza al que usa a ese objeto, como usuario y usuaria, es decir, de alguna manera reducimos, la comunicación de una dimensión constitutiva del sujeto humano, a la comunicación como un objeto que uso, así como pudiera usar papel toilette o una chaqueta, y resulta que no, que la comunicación es un factor constitutivo de la conciencia, de la sensibilidad, de la racionalidad y la imaginación humana, que serían imposibles sin el lenguaje, allí hay una concepción terriblemente equivocada.

Pero además caracteriza a todo el aparato mediático, como «prestadores de servicio», es decir, yo he dicho, o yo me enfrenté a esa postura en su momento, que lo único que faltaba era agradecerle a estos prestadores de servicio, que nos presten el servicio de envilecer la conciencia del pueblo venezolano; que nos presten el servicio de embrutecer a nuestra infancia con valores totalmente degradantes, o sea allí tenemos un punto de partida, porque la comunicación en tanto y en cuanto, una mediación constitutiva del sujeto humano, tendría que considerarse como un factor totalmente distinto a como se considera y en última instancia pudiera ser simplemente, ya estamos reduciéndolo también, a un derecho fundamental del sujeto humano, pero no un derecho en el sentido burgués: en el sentido de derecho del individuo, sino un derecho social, porque no hay nada más social que la comunicación, la comunicación por naturaleza es social, es de interés social.

En consecuencia hablamos de un derecho social colectivo, que es otro de los grandes problemas que tenemos, cuando defendemos los derechos, los defendemos en la tónica burguesa del derecho individual y no del derecho colectivo y el derecho individual, entendido como ejercicio individual dentro del colectivo, entonces ahí tenemos un problema.

De hecho debería reivindicarse el derecho a la comunicación, que es prácticamente un absurdo, porque es decir: “usted tiene derecho a usar sus manos, usted tiene derecho a usar su cerebro, usted tiene derecho a usar sus cuerdas vocales”; es un derecho inmanente, no puede reivindicarse algo que es un derecho inmanente. En este caso, tendríamos que reivindicarlo, a partir de un derecho de la comunicación, en el orden jurídico, que es como cabe en una ley y que estaría dirigido a garantizar que ese derecho lo ejerzan, quién ejerce la soberanía y quién es en tanto representante de su soberanía, propietario del espectro radioeléctrico, que es el que permite que haya comunicación, en el término de comunicación mediada, es decir, de comunicación mediática, otro de los grandes problemas, no diferenciamos entre comunicación humana y comunicación mediática, y ahí se armó un gran desorden.

Pero fíjense, la ley establece que estos señores dueños de las grandes corporaciones, son prestadores de servicio y la caracterización correcta debería ser que: son concesionarios de un bien de dominio público y habría que, como lo propusimos en su momento, establecer una diferenciación de esos concesionarios: el concesionario que usufructúa ese dominio público, ese bien colectivo, en beneficio pecuniario, en beneficio de su interés económico, político y cultural. Y eso nos llevaría entonces a una diferenciación: quienes son concesionarios privados, cuál es su propósito, quienes son concesionarios comunitarios y cuál es su propósito, quienes son concesionarios gubernamentales y cuál es su propósito, quienes son concesionarios de una radio y televisión de servicio públicos, cuáles son sus propósitos; y en función de esa diferenciación y esa caracterización y su impacto social, establecer entonces una diferenciación en las jerarquías, las multas, los ingresos, etcétera.

Pero es obvio que al sector privado que usufructúa un bien colectivo, en su interés individual, tendría que compensar eso, no solamente como lo establece la misma ley, que su carácter punitivo es fundamentalmente de orden pecuniario, sino fundamentalmente del punto de vista social.

Entonces obviamente allí como tú te das cuenta, tenemos una enorme cantidad de confusiones, unas definiciones borrosas, unos conceptos borrosos, que nos llevan por supuesto a unas conclusiones políticas y a una legislación, absolutamente absurda. Porque es absurdo que radio Perola, o ésta televisora (TatuyTvC) sean iguales que Venevisión, eso no tiene sentido, en una sociedad que pretende reivindicar la justicia, y la justicia implica el reconocimiento de las diferencias y particularmente, de las diferencia que se sustentan en el poder, porque eso es lo que permite en un momento dado hacer justicia, la reducción de poder del poderoso, para transferirlo al pueblo como dicen todas las consignas.

Fíjense que tendríamos que redactar una ley totalmente distinta a la Ley Resorte, una ley orgánica que sea de verdad, expresión de un concepto claro del problema de la comunicación y donde las emisoras comunitarias, estén llamadas a jugar un papel fundamental, en tanto, ni el sector privado ni el estado, son, ni el gobierno en tanto gobierno, los sujetos de la soberanía popular. Más cercanos a la figura de detentadores de la soberanía popular, son las emisoras comunitarias sí y solo sí, expresan el interés de consejos comunales, comunas y de la comunidad en general.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *